Hay un delicado equilibrio entre la independencia y la prudencia que los padres deben aprender a lograr
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Pregunta: De repente mi hija adolescente ha decidido distanciarse de la familia y sólo quiere hablar con sus amigos. Tememos que su independencia termine aislándola de las relaciones familiares y de nuestra orientación. ¿Tienes alguna recomendación para conseguir que vuelva a abrirse a nosotros?
William McKenna, Maestría en Ciencias; consultora externa de psicología clínica en organizaciones benéficas católicas:
Madurar es un proceso doloroso no sólo para los niños, sino también para los padres. Muchísimos padres me hablan de cuánto desean proteger a sus hijos y de que temen que la sociedad actual pueda dañarles de alguna forma.
Hay una buena forma para comprender el proceso por el que está pasando vuestra familia: observar el ciclo vital familiar. Este ciclo puede servir para predecir ciertos momentos en todas las familias que pueden ser más angustiosos y para establecer los consecuentes objetivos que ayuden a aliviar esa angustia.
Según este modelo de ciclo vital familiar, vuestra familia se encuentra actualmente en la fase cuatro de dicho ciclo. Esta fase incluye a una familia con adolescentes cuyo objetivo es ampliar la flexibilidad de la familia para dar una cabida proporcional a la independencia del adolescente.
A mi parecer, podríais esforzaros al máximo para ofrecer oportunidades a vuestra hija para que manifieste su independencia, pero únicamente después de que ella demuestra que es digna de confianza. Por ejemplo, puede asumir pequeñas tareas, como las de vigilar a sus hermanos menores o intentar mantener su habitación ordenada sin necesidad de recordatorios, que podrán servir de evaluación para ver si posee o no la madurez emocional necesaria para ser independiente.
Una vez hecho esto, os aconsejo ser muy precavidos con su independencia. Padres y madres deben recordar siempre que su vocación principal es la de ser educadores y que deben criarlos de forma tal que puedan llevar en su futuro como adultos unas vidas de virtud plena. Por tanto, tenéis todo el derecho a ser prudentes a la hora de supervisar la forma en que vuestra hija avanza hacia la libertad total. ¡No es un equilibrio fácil de mantener!
Además de darle con prudencia más independencia y respetar su forma de expresarse personalmente, os recomendaría que reflexionarais sobre vuestra propia experiencia al pasar por esa misma etapa de crecimiento y desarrollo. De esta forma, podréis empezar a construir una relación de empatía con ella que ayude a conseguir una mayor compresión sobre sus necesidades y deseos. Una postura empática os ayudará a centraros en escuchar lo que ella tenga que decir, más que en intentar corregir su comportamiento constantemente.
Ojalá hubiera una respuesta directa y sencilla que pudierais aplicar inmediatamente para que, al momento, volvierais a ser sus preferidos. Pero los humanos son seres complejos y una respuesta simple sería un insulto a esa complejidad.
Una última idea: recordad siempre que los niños pueden ser muy resistentes y amoldables a la hora de afrontar situaciones vitales, así que una buena técnica parental para reforzar el apego es centrarse en suministrar estabilidad y cariño durante el desarrollo de los hijos.