Proliferan los calendarios llenos de juguetes y chocolate, a mil kilómetros de lo que significa esperar la Navidad
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La locura comercial en torno a los calendarios de Adviento en boga plantea preguntas sobre la manera como a menudo se vacía esta bonita tradición de su sentido para transformarla en un producto de consumo más.
“Cuando entras en un supermercado, casi tienes que escalar las montañas de calendarios de Adviento que proponen directamente juguetes”, comentaba en una radio francesa la periodista Guillemette Faure el viernes pasado, “¡y esto no se detiene a los 10 años!”.
“Los calendarios de Adviento Lego y Playmobil han encontrado a sus primas en los calendarios “belleza” llenos de mini-pintauñas y otras cositas perfumadas para gustar a las damas”, bromeaba.
“Una manera más, por tanto, de celebrar la Navidad antes de Navidad, todos los días del mes de diciembre, uno a uno con… su calendario”.
Reencontrar la tradición de este objeto simbólico
Para la periodista, el problema no es sólo el aspecto consumista, es sobre todo sintomático de una tendencia a sumir a nuestros contemporáneos en la amnesia total cargarse todas las tradiciones ricas de sentido.
“¡No han entendido nada!”, lamenta: “la idea del calendario de Adviento era insistir en la espera de la Navidad, no encadenar 25 navidades”.
Olvidad todo lo que da sentido a vuestras existencias y consumid viviendo únicamente en el presente: este es el mensaje que llevan estos calendarios del Adviento 2.0, lamenta Faure.
Es la oportunidad para nosotros, cristianos, que vivimos estos días en la esperanza de la venida de Cristo a la tierra, de hacer vivir a nuestros niños la tradición de los “verdaderos” calendarios de Adviento con un poco más de fervor.
Recordemos que los primeros calendarios de Adviento fueron inventados a principios del siglo XX en Alemania para extender el hábito que los padres habían tenido en el siglo XIX de dar una imagen al día a sus hijos durante el periodo del Adviento.
Se trataba, al abrir cada día una nueva cajita en la espera de la sorpresa de la caja del día siguiente, de vivir con paciencia este tiempo de preparación de nuestros corazones a la Navidad, antes de descubrir la imagen más bella, evidentemente la de la Navidad.
Por Maëlys Delvolvé