Una reflexión sobre la generosidad: ¿por qué damos a los pobres lo que nos sobra?Estamos en una época para pensar en las necesidades del prójimo, además de para simplificar y hacer purga en nuestros corazones, sobre todo, pero también en nuestros hogares. Así que antes de que limpies tu casa de todos los trastos que tienes por medio para donarlos en tu localidad o al extranjero, párate a pensar por un momento qué es lo que estás ofreciendo y por qué. ¿Eso que estás metiendo en la caja muestra respeto hacia las personas a quienes va dirigido? ¿Es un trasto inservible o es una ofrenda generosa?
Es muy fácil sentirnos bien con nosotros mismos diciéndonos que estamos “dando a los necesitados” cuando en realidad lo usamos como excusa para deshacernos de nuestros cachivaches. Aquello que damos a los demás debería expresar que el prójimo es digno y estimado.
Hace unos años estaba reordenando nuestros armarios y metí unos pantalones gastados y algunas camisetas manchadas en una bolsa, junto a otras cosas. Entonces mi marido me interrumpió. “Eso mejor tirarlo directamente a la basura”, dijo señalando las camisetas. “No sirven para dárselas a nadie”.
La idea de tirarlas a la basura me fastidiaba, pero me hizo pensar. ¿Por qué estoy dando a los necesitados objetos que yo considero demasiado gastados para mí o demasiado viejos para mi familia? ¿Acaso los que necesitan ropa no merecen algo mejor?
Sí que lo merecen. Y no estoy hablando de donar ropa de diseño a personas que tal vez nunca hayan oído hablar de Ralph Lauren ni de Calvin Klein; me refiero a tratar a nuestros hermanos y hermanas con respeto, reconociendo su dignidad ofreciéndoles cosas que nosotros mismos valoramos. Los pobres sufren demasiadas humillaciones; ésta es una pequeña manera de respetarles, una forma de tratarles como lo haría Jesús.
La ropa, los zapatos y la joyería podrán parecer insignificantes desde un punto de vista más amplio, pero son importantes, quizás aún más para los pobres que para cualquier otro. Importan porque la forma en que vestimos y elegimos nuestra apariencia nos da un sentido de autoestima, de amor propio y de pertenencia.
Cuando viajé a Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, me impactó la belleza y la dignidad de sus gentes, en especial de las mujeres. Muchos de ellos no tenían agua corriente ni electricidad, disponían de muy poca comida y chozas de adobe temporales, y había bebés que alimentar. Aun con todo, lucían adornos coloridos con pañuelos y bisutería y a veces con las uñas pintadas. Sus ropas estaban limpias y cuando asistían a la liturgia, sus vestidos blancos tradicionales iban impecables.
Ya sea en el extranjero o en los barrios de nuestra localidad, a los pobres también les gusta sentirse bien y tener una buena apariencia, como tú y como yo. Necesitan artículos en buenas condiciones también por razones prácticas: entrevistas de trabajo, para ir a sus centros de oración y para sus vidas diarias.
En el tiempo previo a la Navidad, mientras vas reduciendo a lo esencial el espacio en tu casa para hacer hueco para los nuevos regalos de estas fiestas, plantéate donar algún artículo de ropa elegante o un par de zapatos poco usados de esos que tienes olvidados. Regala un vestido que haga sonreír a una pobre mujer de Ghana. Dona un buen jersey que no uses mucho para que otro hombre de tu ciudad pueda alternarlo con el gastado que ya tiene.
Para ser claros, no hay nada malo con la ropa de segunda mano, muchos las preferimos y compramos en tiendas de segunda mano de forma regular. Pero hay una clara diferencia entre segunda mano y basura. Las manchas, los jirones, la ropa desgastada… son para echarlos a un contenedor diferente y no para darlos a los necesitados. Pasa lo mismo con el menaje del hogar, electrónica, juguetes e incluso comida.
Aunque todavía nos queda otro dilema: ¿qué hacemos con esta pila de trastos? Bueno, hay cosas que tienen que ir directas a la basura, pero también podemos empezar a pensar de forma más creativa y sostenible: ¿podemos reparar y reutilizar algo? ¿Se pueden reciclar o usar con otro propósito?
Hace unos cuantos años, una empresa de ropa infantil me envió unos jerséis para mis recién nacidas. Las prendas estaban confeccionadas a partir de jerséis de adultos que iban directos a la basura, pero ellos los rescataron, cortaron en retales y los cosieron de nuevo formando unas prendas de niños únicas y fantásticas.
La verdad es que algo así está muy por encima de mis habilidades, pero el mensaje está claro; seamos más prudentes sobre nuestras pertenencias, desde que las compramos hasta cuando elegimos cuál será su destino. Y no donemos de entre nuestros desechos, sino de entre los artículos que nos gustan y son útiles. Es una forma de mostrar compasión para los más desfavorecidos.