En Navidad, la cultura se inserta en las raíces del cristianismo
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Los belenes en los ayuntamientos son prueba de que la Navidad es una de las fiestas del año más ricas en tradición, un tiempo en el que nuestra cultura más ahonda sus raíces en la historia del cristianismo.
El abeto, el árbol de la cruz
Aunque es difícil rastrear el origen del árbol de Navidad, sí se sabe que, en invierno, los romanos utilizaban ramas aún verdes de este árbol para decorar sus hogares. La presencia de sus espinas verdes en pleno invierno ha sido interpretada por los Padres de la Iglesia como un símbolo de la resurrección de Cristo, que permanece vivo en mitad del frío de la muerte.
El abeto de Navidad, árbol del nacimiento de Jesús, se comprendió también como una señal del madero de la cruz, como el árbol de la pasión de Cristo. Al colocar el árbol de Navidad en el hogar, conmemoramos el nacimiento, pero sin olvidar la infame muerte venidera.
En Alsacia, al este de Francia, la tradición era la de decorar el árbol con manzanas y con hostias (sin consagrar, claro). La manzana era una alusión al fruto de la Caída del Hombre, la hostia una referencia al alimento de la Redención. Un hermoso símbolo para poner en el árbol y que nos recuerda tanto el nacimiento como el calvario. Hoy en día, las manzanas se han convertido en bolas brillantes y las hostias en bastoncillos de azúcar o en muñecos de mazapán que cuelgan de las ramas del árbol.
Los trece postres de la Provenza
Se trata de una tradición del sur de Francia y que consta de trece postres en lo que ellos llaman “le gros souper”, la gran cena. Esta tradición de la Provenza quedó notablemente descrita por Alphonse Daudet en sus Cartas desde mi molino, una serie de relatos de mediados del siglo XIX.
El número de los postres hace referencia a Jesús y los doce apóstoles. Además, se disponen sobre una mesa cubierta con tres manteles blancos, que son tres en relación a la Santísima Trinidad. Aunque cada población de la Provenza y cada familia tiene sus propias peculiaridades para los trece postres, hay una serie de platos que son imperativos. Entre ellos están les quatre mendiants o «cuatro mendigos», que son frutos secos que simbolizan a cuatro grandes órdenes religiosas: nueces, avellanas, almendras e higos secos. En ciertos libros de cocina, las avellanas se sustituyen por orejones (albaricoques secos).
Además de los «mendigos», también encontramos turrón blanco y turrón negro (uno blando y uno duro), tres frutas frescas (naranja, manzana y pera), uvas pasas (negras y blancas), mermelada de cidra y un dulce llamado pompe à huile, hecho con pan de brioche y aromatizado con agua de azahar y aceite de oliva. En la localidad de Aix-en-Provence también añaden calissons, un tipo de mazapán.
El «tronco», de la chimenea al congelador
No hay postre de Navidad en Francia como el tronco de Navidad o bûche de Noël. Normalmente, es un pastel elaborado a partir de un bizcocho genovés enrollado y con crema de chocolate. Hoy en día, se venden sobre todo troncos congelados, una buena forma de terminar cualquier banquete. El tronco navideño tiene sus orígenes en las antiguas tradiciones rurales. A la caída de la noche, se colocaba un tronco de leña en la crepitante chimenea. El fuego debía mantenerse toda la noche y seguir ardiendo al volver de la messe de minuit, nuestra Misa del Gallo.
Los residuos se conservaban como amuleto de buena suerte y se depositaban al año siguiente en el fuego para el nuevo tronco. Estas tradiciones rurales han sufrido mucho durante el siglo XIX debido al éxodo rural hacia las ciudades, sobre todo hacia París. Las chimeneas de hoy en día que aún requieran madera son demasiado pequeñas y no podrían resistir los enormes tocones de leña que se usaban en las chimeneas rurales.
En 1879, un pastelero parisino, Antoine Charadot, inventó un postre en forma de tronco, que pretendía recordar las tradiciones rurales en medio de la metrópolis. Elaboró este bizcocho genovés relleno de crema de mantequilla, cubierto de nata y con moldes de mazapán en forma de hojas de acebo. El tronco se hizo hueco en las mesas de las noches de Navidad.
El papel de los ángeles
Por último, para terminar una buena comida francesa teníamos que hablar de los tradicionales aguardientes y otros espirituosos, producidos antiguamente por las propias familias gracias a un privilegio que así lo permitía a los cosecheros destiladores. En Cognac y en Armagnac se habla de una hermosa historia en la que los ángeles participan en la creación de estos fantásticos aguardientes. En su fabricación, el líquido colocado en barricas de roble después de la destilación sufre una evaporación natural que provoca la disminución de su volumen.
El viticultor debe completar el vacío causado por la evaporación introduciendo líquido proveniente de otras barricas. Para explicar este fenómeno de la evaporación, se contaban historias de ángeles que se adentraban en las bodegas por la noche y que robaban los licores sumergiendo sus labios y sus alas en el divino néctar, bebiéndolo hasta saciarse. De ser cierto, podríamos imaginarnos cómo sería el regreso de los achispados ángeles guardianes, de seguro con un delicado vuelo zigzagueante.
Jean-Baptiste Noé