Sara Winter habla con Aleteia sobre su viaje de los valores intolerantes a la búsqueda cristiana Es invierno en el hemisferio norte, pero en Brasil la tierra se va calentando y allí hay una joven mujer que dice adiós al invierno de forma diferente.
A Sara Fernanda Giromin se la conoce por su nombre de guerra: Sara Winter, un seudónimo que continuará usando para el libro que acaba de publicar.
Está dejando de lado el feminismo radical y las políticas pro-abortistas para buscar la cálida acogida de la Iglesia, después de disculparse por haber ofendido a los cristianos en sus días como activista en topless.
Giromin es fundadora de la filial brasileña de Femen, el movimiento internacional que llama la atención para su causa llevando a cabo protestas a pecho descubierto en iglesias u otros lugares en los que de seguro encuentran resistencia.
Ahora, esta mujer de 23 años rechaza a Femen por su defensa del aborto y la homosexualidad, entre otras cuestiones. Ha escrito un libro sobre su conversión y ha prometido donar un porcentaje de los beneficios a causas pro-vida.
En una entrevista con Aleteia, la residente en São Carlos afirma que lo que primero le atrajo de Femen fue su manifestación de fuerza y valentía frente a la brutalidad policial.
Es una característica llamativa para alguien que se crió en un hogar donde su madre sufría la violencia de su padre, asegura.
Giromin entró en contacto con Inna Shevchenko, fundadora de Femen, quien la invitó a Ucrania para participar en el entrenamiento del verano de 2012.
Más tarde, la joven regresó a Brasil, encontró a mujeres que compartían su forma de pensar y comenzaron a realizar protestas en topless.
Una de estas intervenciones en particular, que incluía un beso entre chicas frente a una iglesia en Río, les mereció una gran cobertura de los medios de comunicación.
Ahora se arrepiente de dichos actos y se ha disculpado públicamente por ofender la sensibilidad cristiana.
También ha expresado públicamente sus remordimientos por el aborto de su primer hijo, que explica se produjo alentado por sus camaradas feministas.
Hace tres meses dio a luz a una niña.
El movimiento activista le desilusionó de muchas formas. “Creo que Femen es un grandísimo espejismo”, declaró.
“Cuando las ves en las fotografías, parecen muy valientes, casi como diosas, pero cuando nos conocimos fue diferente: chicas normales, sin nada de especial, chicas crueles que llaman a otras chicas feas y gordas”, recuerda.
A medida que pasaba el tiempo, le iban quedando más preguntas sin respuesta sobre la organización, como “de dónde venía el dinero, quién les pagaba para hacer las protestas. Me gasté todo mi dinero para representar al proyecto y nunca recibí más de 100 dólares en tres años”.
Y lo que es quizás más perturbador, el hecho de que la organización empezara a adquirir características de culto. Las líderes “se interesaban sólo en hacer que todas las mujeres parecieran iguales”, argumenta.
“No se nos permite pensar fuera del marco feminista. Si lo hacemos, nos humillan. Humillan a las mujeres religiosas, católicas, protestantes o musulmanas. No se nos permite tener religión. No se nos permite ser heterosexuales”.
Giromin sostiene que fue “forzada a seguir esta ideología izquierdista: tienes que ser lesbiana o bisexual, porque si eres hetero, nadie prestará atención a tus problemas. Decían: “no me importa si eres violada. Eres religiosa y tu religión violó a muchas mujeres”».
La ex-miembro de Femen dice que abandonó el movimiento cuando se percató de que en realidad a las simpatizantes no se les permitía ayudar a otras mujeres.
“En el momento en que nació mi hija decidí hacer mi historia pública y me di cuenta de que ya no era feminista porque no creo en el aborto. Soy cristiana. Creo en Jesucristo”.
Aunque fue bautizada en la Iglesia católica, perdió interés por la Iglesia cuando tenía 14 años. “Nunca me manifesté en contra de la religión. Cuando era feminista luchaba por el laicismo, pero me daba cuenta de que ofendía a muchos cristianos con mis protestas”.
“Siempre he creído en Dios, en Jesucristo, pero no estaba dentro de la Iglesia… Creo en la Virgen María; ella fue quien me ayudó durante mi embarazo. Nunca me abandonó, así que me siento muy agradecida”, afirma.
“Quiero seguir el camino de Jesús por el amor hacia las personas… No formo parte de la Iglesia en este momento, pero me gustaría volver a serlo. No sé cuándo ni cómo porque estoy verdaderamente avergonzada por mi comportamiento, pero si alguien quisiera ayudarme estaría muy agradecida”.
Mientras tanto, colabora ayudando en el centro pro-vida de ayuda a embarazadas Casa de Amparo Pró Vida São Frei Galvão y trabaja en equipo junto a Marisa Lobo, una psicóloga cristiana.
Juntas quieren denunciar la ideología de género que se está haciendo hueco en las escuelas brasileñas. “Queremos prevenir a las personas de que no es algo bueno para nuestros hijos”, explica.
“No creemos que algo así exista de verdad y está realmente mal que quieran enseñar a nuestros hijos que no son chicos o chicas, sino que pueden ser lo que quieran”, dice.
Lobo la invitó a unirse a ella para representar juntas a Brasil con el grupo Brazil sem aborto (Brasil Sin Aborto) en la Marcha por la Vida en Washington D. C., el próximo 22 de enero. Lo único que necesita es un visado.
Y un buen abrigo de invierno.