Ayer en la plaza de san Pedro
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El Papa Francisco hizo un guiño a los mexicanos el día de ayer. Al caminar por la valla de la Plaza de San Pedro, un mexicano le ha dicho emocionado que en México lo estaban esperando con mucho cariño. A lo que el Pontífice contestó con una sonrisa muy pícara, preguntando:
–¿Con tequila o sin tequila?
La respuesta del mexicano no se hizo esperar:
–Con muchísimo tequila…
Lo cierto es que el viaje del Pontífice al suelo azteca ha levantado gran cantidad de expectativas, a la que se ligan las posibles expectativas de “legitimación” del actual gobierno de Enrique Peña Nieto, que pasa por horas muy bajas de popularidad y que enfrenta la segunda parte de su mandato en medio de una fuerte crisis económica motivada, sobre todo, por la caída internacional de los precios del petróleo.
En ese orden de ideas, el cardenal y arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda declaró ayer que el Papa Francisco es “muy autocrítico y muy libre como para dejarse que lo capitalicen a favor de un proyecto político; ha hablado con claridad en todas partes, contra quienes actúan mal.”
Mucho más que una “agenda” política
En Chiapas, al sur de México, frontera con Guatemala y región con fuerte presencia indígena (ahí nació el célebre Ejército Zapatista de Liberación Nacional, inspirado por el “subcomandante Marcos”), el Pontífice se reunirá con los pueblos originarios en San Cristóbal de las Casas y con las familias de México y de Centroamérica en Tuxtla Gutiérrez.
Ahí, el gobierno del Estado ha dicho que la visita de Francisco “traerá a Chiapas y a México un aire renovado de esperanza en el fortalecimiento de la cultura de la paz, tolerancia y unidad entre los chiapanecos”, que han visto surgir, como en ningun otro Estado de la República mexicana los conflictos interreligiosos.
La visita a México congregará multitudes en la Basílica de Guadalupe, en las calles de la capital, en la Misa en Ecatepec (a un costado de la capital), en Chiapas con los indígenas y las familias; en Morelia, con los jóvenes y los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, y en Ciudad Juárez, con el mundo del trabajo y con los migrantes.
Será –recalcó el cardenal Suárez Inda—un revulsivo de esperanza para un “pueblo tan noble como el nuestro, dañado por la violencia ante los ojos del mundo.”