La vanidad perdió a Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo Guzmán
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El viernes 8 de enero, por la mañana, la noticia corrió con rapidez: Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo Guzmán, había sido detenido en el Estado noroccidental de Sinaloa, en México, lugar desde donde salió para forjar su imperio de droga, venganza, muerte y corrupción.
Se trataba de la tercera captura de quien pasaba por ser el narcotraficante más peligroso, más buscado, más temido de los que han surgido en América Latina. Mucho más que Pablo Escobar, o que cualquiera de los Arellano Félix.
El Chapo se había fugado por segunda ocasión el 11 de julio de 2015 del penal de máxima seguridad en México: el penal del Altiplano, a través de un túnel de 1,500 metros por debajo de una supuesta estructura a prueba de fugas.
Su leyenda elusiva y brutal se había fraguado desde hacía muchos años. Y había aumentado con la segunda fuga. Lo había hecho por primera vez en 2001 –metido en el interior de un carrito de lavandería— del penal de Puente Grande, en Jalisco, también considerado “de máxima seguridad”.
Tras su fuga de julio pasado, Estados Unidos ofreció ayuda para encontrarlo. Y lo persiguieron, junto con las fuerzas armadas mexicanas hasta llegar a él, en un motel “de paso” –el Hotel Doux– a pocos kilómetros de la ciudad de Los Mochis, en Sinaloa, muy cerca del modesto sitio donde nació y comenzó a los 15 años de edad a sembrar amapola: el rancho de Las Tunas, en el municipio sinaloense de Badiraguato.
Según relatos de la Marina mexicana, organismo que fue quien se adjudicó la recaptura de El Chapo, éste trató de usar la red de alcantarillas de la localidad para evadirse de las fuerzas armadas, pero ya no tuvo tiempo de hacerlo: su vanidad lo perdió. Quería que hicieran una película de su vida. De sus fugas.
¿Extraditarlo o no?
De hecho en la edición digital de ayer, sábado, The New York Times revela que la revista Rolling Stone, a través del actor y director Sean Penn así como de la actriz mexicana Kate del Castillo, sostuvo una entrevista con El Chapo el mes de octubre pasado “en algún lugar de la selva mexicana”.
Una entrevista aún inédita (ayer por la noche iba a ser difundida por el portal de la revista), da a conocer una especie de autobiografía del narcotraficante, narrada por él mismo, quizá en aras de marcar el camino para el guión de su película.
Informes de inteligencia mexicana aducen que El Chapo contactó a más cineastas para que le hicieran su película, no para otra cosa, dijo el capo a Rolling Stone, sino “para defenderse”.
Se trata, sin duda, de un leve repunte de la confianza en las autoridades mexicanas tras la caída que había sufrido el nivel de aceptación del presidente Enrique Peña Nieto a la raíz de la fuga de julio pasado que puso en evidencia el enorme poder corruptor de El Chapo y la red de complicidades que tuvo que haber habido para que saliera tan tranquilo del penal mexicano “de máxima seguridad”.
Sin embargo, ahora el dilema es si el gobierno mexicano decide o no extraditarlo a Estados Unidos. Si lo hace, estará reconociendo su incapacidad para retener en la cárcel al capo. Si no lo hace, corre el enorme peligro de que se les escape otra vez.