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¿Cómo puedo contribuir al bien de mi país?

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Familia Cristiana - publicado el 18/01/16
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No se puede responsabilizar sólo a los políticos si las cosas van mal: ¿qué puede hacer cada uno, en el lugar donde está?

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Fuera de que hayamos votado o no al gobierno de turno es seguro que se abren otras posibilidades diferentes a las conocidas. Hay un nuevo proyecto de país. Más allá de esto queda por ver cómo asumimos nuestra función de ciudadanos que no termina en un acto electoral, ni mucho menos.

La crítica es positiva. Que los ciudadanos ejerzan su derecho a réplica es uno de los mejores símbolos de vivir en democracia. Pero la crítica porque sí también puede resultar demoledora. Opinemos, intercambiemos puntos de vista pero también acordemos, consensuemos. Si no nos gana la parálisis.

Si la patria somos todos, a todos y cada uno nos compete hacernos cargo de la responsabilidad que nos corresponde. Para que las cosas mejoren y nos vayan bien es importante preguntarnos qué hacemos desde nuestro lugar, revisar las actitudes propias antes de juzgar la de los otros. Seguro que cambiar actitudes es difícil, pero no imposible. Si no lo creeríamos así no intentaríamos nada, no tendríamos hijos, no educaríamos, total para qué.

“Si queremos ser un país que salga adelante hay que unirse en las líneas fundamentales, en las políticas de estado… es necesario trabajar juntos donde cada uno mantendrá sus doctrinas políticas. Si nos peleamos, sufren los más pobres. Hemos probado mucho tiempo la división y no da resultados porque las soluciones de fondo no se consiguen”, reflexionó el arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari.

No nos confundamos, el problema no es político ni económico, éste es sólo una manifestación evidente de nuestro problema. El verdadero problema es moral y es desde ahí donde tiene que venir el reconocimiento y la aceptación del cambio que debemos impulsar, es decir, la reparación del desorden y la construcción de mejores perspectivas. La moral, el cumplimiento del bien, es la verdadera oposición, y solo el bien puede preparar el impulso hacia lo mejor. Solo se puede construir construyendo, no destruyendo. Cimentar una democracia más sólida implica comprometerse.

La Madre Teresa no quiso poder pero sus obras se lo otorgaron. Cuando un periodista le dice: “Madre, por más que Ud. ayude cuando muera seguirá habiendo pobres y moribundos. Su obra es como una gota en el mar”, “No lo dudo- contestó- pero si a Ud. también le interesa ayudar, y a su esposa y a sus hijos, entonces ya seríamos varias gotas. ¿No cree?”. Más que convincente. Esta actitud exige solidaridad entre aquellos que trabajan en la misma obra y están expuestos a los mismos riesgos y por eso, están dispuestos sin más a ayudarse y a unirse para realizar las tareas necesarias.

Más allá de la actuación de los gobernantes cada uno construye desde su lugar: como trabajador, empleado, estudiante, docente, religiosos, madre o padre. Cada uno haciendo lo mejor que puede, aprendiendo a hacerlo mejor que antes, intentando proyectar la patria hacia un futuro cada vez más inclusivo. Hacerlo por uno y por los que tenemos detrás de nosotros. Aunque no veamos la cosecha, sembramos con la mejor semilla que tengamos dentro.

La patria va más allá de un gobierno o de un partido político. Estos van y vienen. La cuestión es intentar construirla sobre roca y no sobre arenas movedizas. Es decir, de sentirse protagonistas de los cambios y arriesgar una cuota de valentía que significa reconocer los miedos pero ser capaz de traspasarlos.

Extracto de un artículo de Cecilia Barone originalmente publicado por Familia Cristiana

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