Viaje con el profesor Pierluca Azzaro por los “Sermones de Pentling”
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Supermercados, rascacielos y campanarios. Las ciudades de hoy y aquellas de hace 2000 años, Kosovo y Auschwitz. Así Ratzinger “habla a través de alegorías, no conceptos. Ama las alegorías, algo que tiene profundas raíces teológicas”.
“La Sagrada Escritura está llena de alegorías, y Jesús enseñaba a través de alegorías en las parábolas”. Lo explica su traductor al italiano, el profesor Pierluca Azzaro.
Él es quien ha trabajado en la traducción de la obra completa de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, y acaba de publicar la traducción de los Sermones de Pentling, serie de diez textos breves –homilías, en verdad– proferidas por el entonces cardenal a lo largo de los años 80 y 90.
Esta colección “sirve para alejar muchos clichés”, dice. El primero de ellos es que lo que dice Ratzinger es difícil. “Nada más falso, eso es un disparate”, replica el profesor.
“A veces digo que Ratzinger se parece un poco a Dante. Dante cautivó a todos: a los niños y también a los teólogos”, indica, y prosigue: “Ratzinger no intenta hablar de sí mismo, vanagloriarse. Está motivado por un amor verdaderamente profundo por el Señor”.
Como dice el propio Ratzinger, “orar incesantemente” no es sólo rezar muchas veces el “Ave María”, sino “estar tomado por una pasión que nos mueve constantemente, de la misma forma que un enamorado piensa todo el tiempo en la persona amada”.
“Y de hecho”, añade Azzaro, “es justamente esa impresión que tenemos al leer estas homilías: en todo aquello que hace, escribe o aborda, manifiesta siempre este amor por Jesús. Y eso nos cautiva”.
Como en las grandes obras románticas, “los textos de Ratzinger tienen esa poesía, y de algún modo expresan su gran historia de amor con Jesús, algo que nos involucra”.
El cardenal, que más tarde se volvería papa, “se exalta en las homilías, da lo mejor de sí”. Es “como quedará claro para todos aquellos que las lean: que todos somos, en ese momento, fieles de la parroquia de Pentling, de Ratzinger”.
Es el propio papa emérito, en el prefacio elaborado para esta edición, quien nos invita a participar en la misa con él y a ponerse a oír la voz del Señor: son “oraciones para los pequeños”, “accesibles a todos”.
El profesor Azzaro recuerda un episodio, narrado por alumnos de Ratzinger, que bien expresa su perspectiva de la teología: una vez, el joven profesor entró a la iglesia y, al ver a una viejita rezando arrodillada, le dijo a los alumnos: “¿ven a aquella señora que está rezando de rodillas? Entiende mucho más de teología que yo”.
Una historia que nos hace pensar en la que se contó con ocasión del primer Ángelus del Papa Francisco, en que una señora mayor lo buscó para confesarse, y le dijo: “que sepa que el Señor lo perdona todo”. “Pero, ¿cómo puede saber eso, señora mía?, le pregunta; y ella respondió: “si no fuera así el mundo no existiría”. Él le quiso preguntar entonces: “¿usted estudió en la Gregoriana? Porque esa sabiduría proviene del Espíritu Santo”.
A este propósito, conviene evitar los antagonismos superficiales, tan al gusto de los grandes medios de comunicación. “Se creó una supuesta contraposición entre el Papa Francisco, que habla con sencillez, y Benedicto XVI, que hablaría de manera erudita, casi inaccesible. Estos textos muestran que eso no es verdad. Ambos pontífices tienen como propósito expresar la belleza de la fe”.