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¿Podría una película con judíos devotos, monjas y la Virgen María ganar un Oscar?

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Greg Kandra - publicado el 09/02/16
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“Ave María” de Basil Khalil ofrece una perspicaz solución para el conflicto de Oriente Medio

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Hay un corto poco conocido nominado a los Óscar que ha llamado la atención no sólo por su temática, sino también por su mensaje:

El cineasta Basil Khalil ha ideado una perspicaz solución para el conflicto de Oriente Medio, basándose en la premisa de que los judíos israelíes y los palestinos cooperarían si la cooperación fuera la única forma que tuvieran de zafarse los unos de los otros.

Khalil, nacido en Nazaret de un padre palestino y de una madre británica, ilustra este argumento en su film de 15 minutos, Ave Maria, que se encuentra entre los cinco finalistas en la categoría de Óscar al mejor cortometraje de acción real.

La escena de apertura presenta a una familia ortodoxa que conduce en dirección a su asentamiento en Cisjordania: un fornido y barbudo Moshe acompañado de su esposa, Rachel, y de su madre de lengua afilada, Esther.

Van con prisa por culpa de las demoras que Moshe achaca a la incontinencia de su madre, y el sabbat está a pocos minutos de dar comienzo.

Distraído, Moshe golpea de refilón una estatua de la Virgen María frente a un pequeño convento y la hace caer de su pedestal. Dentro del convento viven cinco monjas carmelitas, Hermanas de la Misericordia, que han hecho voto de silencio.

Desde el convento envían a una monja novicia a que investigue el accidente. Cuando regresa adentro, gesticulando nerviosa y agitadamente, rompe su voto de silencio para exclamar que “los judíos han violado a la Virgen”.

Mientras tanto, ya avanzada la noche del viernes, las monjas disponen de un antiguo teléfono a disco, pero nadie puede usarlo: Moshe no puede usar el teléfono porque quebrantaría las normas del sabbat y las monjas, por supuesto, no pueden pronunciar palabra.

Así que, con las monjas tratando de averiguar cómo deshacerse de sus indeseados huéspedes y con la familia judía desesperada por marcharse y llegar a casa, la antipatía se convierte en la madre del ingenio.

 

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