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¿Faltó compromiso de Francisco con los mexicanos?

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Felipe Monroy - publicado el 19/02/16
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Análisis de sus palabras: Francisco ha dejado críticas profundas (más que a personas, a la idiosincrasia mexicana)

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Durante un coloquio en Roma, frente a un grupo de jóvenes que trabajan contra la prostitución y la trata de personas, Francisco los urgió como generación a mostrar más compromiso con su realidad y su prójimo. Para explicar qué quería decir con ‘compromiso cristiano’, puso el ejemplo del sándwich para el cual la vaca ‘colabora’ poniendo leche para el queso, pero el cerdo ‘se compromete’ al dar la vida para poner el jamón. De allí la interrogante que muchos se hacen: ¿Le faltó compromiso al Papa en este viaje a México?

Tras las largas jornadas que Francisco destinó al país (no olvidar que, a pesar de sus casi 80 años y un dolor de cadera insistente, tomó varios vuelos ida-vuelta en el país, visitó cinco estados, dos fronteras e hizo una escala en Cuba) hay quienes se apuran a decir que la visita fue ‘decepcionante’ o ‘más espectacular que profunda’; incluso manifiestan su preocupación por que la agenda estuvo fuertemente dominada por el gobierno federal y por las autoridades de los estados de la República donde se realizaron los encuentros.

Quizá esto último pueda ser cierto, sin embargo, el mensaje de Francisco sí mostró audacias desde sitios emblemáticos y, sin señalar, sí mostró el rostro de quienes siembran miedo y tentaciones entre los jóvenes, “la riqueza de México”.

Desde el primer día, en el elegante escenario colocado por el presidente de la República en el Palacio Nacional, frente a las autoridades civiles, funcionarios y la clase política, Francisco fue muy claro al decir que buscar los privilegios conduce a la corrupción y la corrupción a la violencia; dijo que no bastaban reformas legales sino cambios íntimos, personales. Quizá la clase política hoy encumbrada aún se pregunta: ‘¿De quién rayos habrá estado hablando Bergoglio?’ Pero son los mismos que dijeron: que “sí robaban, pero poquito”, que “la corrupción es cultural”, que “las reformas construirán un mejor futuro para México”.

Después, frente a los representantes del episcopado mexicano Francisco hizo lo mismo con sus discursos: “La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar”. En la cárcel a los presos: “El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando”. Frente a empleados y empleadores: “¿Quieren dejar a sus hijos una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral?”.

Me pregunto si los destinatarios de esos mensajes sólo iban dirigidos a la pequeña audiencia que le escuchó en persona o para esa gran audiencia de la cual depende el primer círculo representado en los eventos.

Quienes esperaban un regaño más mordaz y específico a la clase política, a la Iglesia y al sistema económico han quedado decepcionados; pero quizá su problema no sea Francisco sino la posición de privilegio que desean tener frente al resto: el privilegio de tener la absoluta razón.

También quizá se sientan un poco molestos porque esperaban montarse en el dedo fulminante del máximo líder religioso y desde allí verificar su jactancia. Francisco, sin embargo, ha dejado críticas profundas (más que a personas, a la idiosincrasia mexicana) que no sólo golpean al estatus de los que acumulan el poder sino de quienes desean bajarlos para subirse ellos en el Olimpo de los privilegios. Entonces, ¿a quién le estará faltando compromiso?

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