¿Cómo es posible afirmar que una persona humana no puede equivocarse?
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“La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: “los doce apóstoles del Cordero” (Ap 21, 14); es indestructible (Cf. Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.” (CEC 869)
Roma locuta, causa finita
En el año 417 la Iglesia se encontró sumida en una discusión aparentemente interminable sobre el pecado original y la gracia debida a una herejía llamada pelagianismo, que ocasionó diversas reuniones de obispos que condenaban una y otra vez la misma herejía que renacía también una y otra vez, hasta que recurrieron al obispo de Roma, Inocencio I, quien condenó la herejía y explicó claramente cuál es la doctrina de la Iglesia.
Fue entonces cuando san Agustín de Hipona acuñó esta frase que se hizo célebre hasta nuestros día: “Roma locuta, causa finita”, es decir: “Roma ha hablado, el caso está cerrado”.
El Obispo de Roma, hoy el Papa, tiene la última y definitiva palabra sobre los asuntos de fe y costumbres.
¿Cómo explicarnos tal poder en un hombre de carne y hueso?, ¿cómo nos atrevemos los católicos a afirmar que el Papa no puede equivocarse en lo que toca a la fe y a la moral?
De hecho esa ha sido la experiencia de la Iglesia desde el tiempo de los apóstoles y sólo tiene explicación si llegamos a entender que así lo planeo Cristo mismo para que la Iglesia sobreviva hasta el final de los tiempos.
La Iglesia es infalible
“La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: “los doce apóstoles del Cordero” (Ap 21, 14); es indestructible (Cf. Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.” (CEC 869)
Creemos, pues, los católicos, que como la Iglesia es el medio ordinario de salvación instituido por Cristo en Pedro y los apóstoles, tiene como característica ayudarnos a creer y a vivir la verdadera fe predicada por Cristo en su Evangelio del Reino.
Para garantizar la unidad en la fe, el Padre y el Hijo nos enviaron al Espíritu Santo en Pentecostés y él permanece en nosotros conduciéndonos hacia la Verdad que es Cristo mismo.
Pedro es infalible
Jesús cambia el nombre de Simón en Pedro, la Roca sobre la que construirá su Iglesia y a quien le entrega las llaves del cielo y de la tierra.
Le pide a Pedro que confirme en la fe a sus hermanos. Le pide que apaciente a su rebaño. Pedro es considerado por los apóstoles como el primero entre ellos y los evangelistas le dan este lugar.
A pesar de su humanidad, san Pedro habla seguro de que el Espíritu Santo está en él y a pesar de su condición de hombre sencillo explica maravillosamente el Evangelio de tal modo que muchos se convierten al escucharlo.
Pedro y Santiago, obispo de Jerusalén, reciben la visita de Pablo, quien confronta su doctrina con la de ellos y se marcha contento porque coincide y es aceptado por ellos.
Pedro defiende con entusiasmo el que se acepte a los paganos al cristianismo sin necesidad de pasar por el judaísmo.
La infalibilidad del Papa es la infalibilidad de la Iglesia fundada por Cristo
Es difícil comprender que un hombre sea infalible, aun cuando se limite esa cualidad a la fe y a las costumbres, pero es más fácil comprender que la Iglesia misma es infalible y que el Papa, como maestro de fe, es intérprete y vocero de la Iglesia.
El Papa no crea dogmas ni doctrinas nuevas; tan sólo preserva la doctrina tradicional de la Iglesia y la declara cuando es necesario.
Como la Iglesia cuenta con la especial asesoría del Espíritu Santo, consideramos que también el Papa, cuando habla como maestro, está especialmente inspirado por el Espíritu Santo.
El dogma de la infalibilidad pontificia
“Enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres”. Así definió el Concilio Vaticano I el 18 de julio de 1870 la doctrina aprobada por el Concilio por 433 votos a favor y dos en contra.
El Papa es infalible solamente cuando declara un dogma como una definición precisa y clara.
También es infalible junto con los demás obispos en comunión con él en los concilios convocados por él.
No es infalible en sus expresiones personales, aunque ciertamente debe ser muy cuidadoso porque los oídos de los hombres están siempre atentos a lo que dice y hace, sobre todo los de los periodistas que buscan siempre lo sensacional para sus noticias.
Del Papa y de los obispos recibimos los católicos la doctrina segura que interpreta el Evangelio de Jesús.
Artículo originalmente publicado por SIAME