“Si juzgamos a un pez por su habilidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”, decía Einstein
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Tentador, ¿verdad? La búsqueda de realización personal y la consciencia de que su vida profesional será mucho más larga que las de muchos trabajadores de generaciones anteriores, favorecen hoy día un cambio de rumbo radical.
Una encuesta realizada en 2014 por la Asociación para la Formación Profesional de Adultos (AFPA) revela que el 66% de los trabajadores en activo ya ha pensado en cambiar de oficio. A menudo lamentan no haber escogido el mejor camino tras terminar sus estudios.
Poner en valor sus cualidades personales y no sólo las profesionales
Nathalie se explica: “Me dijeron: ‘Tienes talento para las matemáticas, haz el curso preparatorio [a la universidad]’. Por fin ingresé en una gran escuela de comercio, lo que luego desembocó en un puesto de marketing en una empresa agroalimentaria”.
Se sentía fuera de lugar en su trabajo y lamenta no haber tenido oportunidades durante su formación para poner de relieve sus cualidades personales, no sólo las puramente académicas, porque eso le habría ayudado a buscar un camino más acorde con su personalidad.
Hoy en día se sorprende: “¿Cualidades tan importantes como la empatía, la creatividad o las capacidades relacionales no son más importantes que tener buenas notas en matemáticas a la hora de decidir en qué ocupar la mayor parte de nuestro tiempo?”.
La recientemente reorientada trayectoria de Inés, una joven de 35 años, es un testimonio de que los cambios en la vida personal pueden alterar la planificación de una carrera bien trazada.
Abogada brillante en un bufete de abogados parisino, se dio cuenta tras la llegada de su primer hijo de que esa vida ya no le satisfacía. Le resultaba imposible imaginar que continuaría con sus largas jornadas de trabajo alejada de su familia. Sus prioridades cambiaron súbitamente.
Retomó los estudios para convertirse en profesora de francés en un instituto y ahora se siente mucho más realizada.
Thomas, por su parte, se arrepiente de su naturaleza influenciable. Siguió los pasos de su padre sin cuestionarlos y se entregó a la carrera de ingeniero. Hoy en día ha cambiado su vida urbana y su ordenador por una vida de agricultor.
“Era demasiado joven y tímido como para permitirme elegir algo radicalmente diferente a lo que había en mi entorno. Necesitaba algo práctico, producir algo con mis propias manos para sentirme realmente útil. Por fin siento que estoy donde tenía que estar”.
Una búsqueda constante de equilibrio y armonía
En cada uno de estos perfiles existe una misma inquietud por encontrar equilibrio y armonía entre su trabajo, su vida personal y sus valores.
Se da preferencia a la realización personal en detrimento, tal vez, del interés económico o del reconocimiento social. El objetivo ya no es simplemente triunfar en la vida, sino triunfar en SU vida.
Quizás esta búsqueda pueda ser demasiado abstracta y necesite cierto seguimiento o apoyo. Para ello, es posible recurrir a los principales organismos responsables de la formación y de la inserción profesional para realizar una evaluación de competencias.
También hemos podido ver en los últimos años la floreciente aparición de la figura del coach, que ofrece una ayuda personalizada para una reconversión exitosa. Las tarifas y el grado de implicación son muy variables. Se puede cobrar entre 80 y 150 euros la sesión y entre 1500 y 3000 euros un seguimiento completo durante varios meses.
Aunque hay otras alternativas. Acte, por ejemplo, es una asociación católica francesa que funciona exclusivamente con voluntarios y que ofrece un acompañamiento individual durante un año.
Y para los que aún dudan en dar el paso, aquí tienen una frase de Albert Einstein para que reflexionen: “Todo el mundo es un genio. Pero si juzgamos a un pez por su habilidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”.