En Irán, los musulmanes que se vuelven cristianos se arriesgan a ser encarcelados o incluso a la pena de muerte
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En Londres, 200 iraníes se están preparando para regresar a Irán para dirigir “iglesias domésticas”, unas estructuras que reúnen clandestinamente a los cristianos conversos en Irán.
El Christian Post cita entre otras a la ONG Open Doors USA, que calcula en 450.000 el número de musulmanes convertidos al cristianismo y que frecuentan las “casas culto”.
Los grupos de vigilancia más optimistas citados por The Christian Post sitúan la cifra en un millón de conversos.
Conversiones en masa
Estas cifras no sorprenden a un ciudadano iraní que ha pasado 45 años en el país y que vive actualmente en Francia, el padre Humblot.
Pero hay que tener en cuenta una cierta volatilidad de las conversiones: si se producen demasiado rápido, pueden verse debilitadas por el entorno del nuevo converso, que es a menudo muy hostil a cualquier idea de la conversión.
Finalmente, la clandestinidad complica la medición del fenómeno.
Las autoridades inquietas
Mientras los ciudadanos iraníes hacen gala de una bondadosa tolerancia hacia las minorías cristianas históricas, la conversión de un musulmán al cristianismo provoca la ira no sólo de familia o amigos, sino también del gobierno.
En 2010, el ayatolá Alí Jamenei, que sigue siendo el actual Líder Supremo de la Revolución Islámica, afirmó que las iglesias domésticas o privadas “amenazan la fe islámica y engañan a los jóvenes musulmanes”.
Los conversos son considerados como una “quinta columna” de Occidente, y este miedo es avivado por la actitud de los occidentales –en particular, de Estados Unidos e Israel– en relación a este país desde hace medio siglo.
Los iraníes no olvidan que fueron países occidentales quienes armaron a Saddam Hussein durante la guerra de 1980-1988, ni que fueron sometidos desde entonces a un costoso embargo, cuyo control se va rebajando poco a poco.
Inexperiencia y valentía en la evangelización
El valor de los que han descubierto a Cristo en estas condiciones es aún mayor. En su andadura, a menudo entra en juego una parte de la voluntad política de oponerse a la policía religiosa y a un régimen sostenido por una identidad musulmana chiíta.
Se arriesgan a ser encarcelados o incluso a la pena de muerte. Sin embargo, en ciertas circunstancias, la inexperiencia que demuestran los evangelistas está haciendo el juego al régimen.
Hemos visto a voluntarios de las ONG deslizar biblias en paquetes de alimentos distribuidos a raíz del seísmo de 1990, que causó casi 45.000 muertes en el norte del país.
Este tipo de práctica pone claramente en peligro la acción humanitaria, volviéndola sospechosa de ser un caballo de Troya de Occidente.
De hecho, el régimen no está totalmente equivocado al sospechar de que aquellos que abandonan el islam realizan un acto político, militante, dirigido contra ellos.
“La gente, especialmente los jóvenes, está harta de la policía religiosa”, declara el padre Humblot. A veces eligen las drogas, pero también hay muchos que se convierten al zoroastrismo, al hinduismo y al cristianismo.
Un cristianismo iraní
Pero el fenómeno de fondo tras las conversiones en Irán va más allá de la mera oposición política. Los iraníes tienen sed de espiritualidad, según asegura el sacerdote.
Muchos de ellos vienen a los cristianos impulsados por un sueño o un hecho inexplicable, y aquellos que lo abrazan convierten a su vez a las personas del entorno al que pertenecen.
Muchos acuden también porque se sienten atraídos por la mística cristiana, sobre todo por la noción de Dios Amor, que no es desconocida para los poetas místicos iraníes.