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Obama aconseja a Castro: libertad de expresión, religiosa y democracia

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Jaime Septién - publicado el 23/03/16
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Sin ellas no hay progreso para Cuba (aunque se levante el embargo)

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En la parte final de su visita de tres días a Cuba, el presidente de Estados Unidos Barack Obama dirigió un discurso al pueblo cubano y otro al gobierno de los Castro desde el podio del Gran Teatro Nacional de La Habana, ahora llamado Alicia Alonso, en honor de la gran bailarina cubana, quien estuvo presente en el acto.

Junto con el presidente del Consejo de Ministros Raúl Castro Ruz, Alicia Alonso escuchó palabras de paz y las advertencias de un cambio necesario en Cuba del presidente estadounidense, quien aseguró que había ido a la isla caribeña don la intención de “enterrar los últimos remanentes de la Guerra Fría en las Américas”; guerra que venía fraguándose desde principios de los años sesenta del siglo XX.

“Vengo a extender una mano amiga al pueblo cubano”, dijo Obama, un presidente del Partido Demócrata. Había sido otro Demócrata, John F. Kennedy, quien inició el embargo a Cuba, como medida de presión para evitar que la Unión Soviética estableciera sus reales a 90 millas de territorio estadounidense.

Obama subrayó en su discurso que a pesar de las diferencias entre los gobiernos de los dos países –las cuales son “reales e importantes”—son más los factores que los unen. Desde luego, la primera de todas las diferencias “reales e importantes” ya no es el comunismo, sino el tema de los derechos humanos, los presos políticos (que Castro dijo que no existen), así como las libertades y la democracia.

Confesó “admirar” el ingenio cubano, pero no es el mismo nivel de su admiración al gobierno cubano. “En Estados Unidos tenemos un monumento a lo que gente cubana puede hacer: se llama Miami” e invitó a la audiencia a “ser ellos mismos” y aprovechar las oportunidades que el acercamiento entre los gobiernos ofrece.

“Creo en el pueblo cubano”, remarcó chapurreando su español. El día anterior había dicho que el destino de Cuba le pertenecía a los propios cubanos y que Estados Unidos estaba dispuesto a contribuir a que este destino se realizara.

Obama sabe, sin embargo, que las transformaciones políticas y económicas que han surgido en últimas fechas no son suficientes: “como presidente de Estados Unidos, dijo, espero que se levante el embargo… aún si se levantara mañana los cubanos no progresarían si no hay cambios en Cuba”.

En lenguaje de beisbol (por la tarde de ayer un combinado cubano jugó un partido amistoso contra el equipo de Miami), Obama lanzó una pelota “ensalivada”. Y Castro debió haberse sentido un poco –o un mucho—inquieto. “El futuro de Cuba tiene que estar en manos del pueblo cubano”, remachó, al tiempo que animaba a Raúl Castro a “no tener miedo” de escuchar al pueblo cubano, como lo estaba escuchando a él mismo exponer “honestamente sobre las cosas que creo”.

“Pienso que todas las personas deben ser iguales ante la ley. Creo que los ciudadanos deben ser capaces de hablar lo que piensan… y criticar al gobierno, practicar su fe, y escoger a sus gobernantes”, terminó diciendo Obama, en relación a los asuntos “pendientes” de la agenda cubana: libertad de conciencia, libertad de expresión, libertad religiosa y democracia.

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