¿Conoces la regla de los 12 segundos?
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Mi ciudad está con sus lapachos floridos, son tonos de rosa por todas partes.
¡Imagina un árbol grande, totalmente rosa! ¡Una maravilla!
¡No consigo verlas sin soltar un suspiro seguido de un agradecimiento a Dios!
¡Esos árboles alegran mi día!
¡Es un camino para la felicidad!
Durante todo el tempo, somos expuestos a resortes que nos permiten entrar en un estado de alegría, amor y contemplación… un árbol florido, un cielo azul de otoño, una sonrisa dulce de un niño, una palabra amiga… nos llevan a una sensación de bienestar, a una plenitud de amor interno, único. ¡Pero es necesario estar presente!
El momento mágico no está en el pasado, ni el futuro, está en el ahora.
El ahora…
(siento mucha gratitud por ese momento en que te escribo, estoy con las costas no solo, en un cuarto aireado, haciendo lo que amo, escribiendo…¡ahhh! ¡ese ahora!)
Momentos felices de repleto amor aparecen cuando estamos atentos, libres del nuestro angustiante mundo interno, cuando, como niños, vemos la belleza y entrelíneas de la vida.
¿Y como librarse del desánimo (cuyo significado es “sin alma”), de la depresión o agotamiento que no nos permite vivir el presente?
Conocí a Rick Hanson hay poco tiempo. El es un estudioso americano que procuraba el camino de la felicidad. En su libro, El Cerebro y la Felicidad, él enseña que debemos prestar atención en momentos de alegría y bienestar por lo menos 12 segundos, no menos que eso. Así, abrimos caminos neurales en dirección a sensaciones más duraderas y de plenitud. Si no aprovechamos, saboreamos, el momento de bienestar y placer perdemos la oportunidad de nuestro cerebro crear una estructura neural permanente.
Rick dice que al repetir ese estímulo, la plasticidad neural, que es la capacidad del cerebro en responder y modificarse de acuerdo con las experiencias vividas, permite que nuevas pistas sean abiertas en dirección a la paz interior, autoconfianza, alegría, serenidad, autoestima y resiliencia.
¡Tan simple y tan provechoso!
¡Deja que lo Maravilloso se manifieste!
Contempla y agradece sus momentos felices, sus momentos mágicos, al final, ¿quién de nosotros no quieren que nuestro cerebro se acostumbre a ser feliz?