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Los siete pecados capitales de Internet

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Daniel Esparza - publicado el 10/05/16
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Cada red social, de acuerdo a uno de los fundadores de LinkedIn, corresponde a un pecado capital.

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En una conferencia de 2011, transcrita por el Wall Street Journal y re-publicada recientemente por The Atlantic, uno de los fundadores de LinkedIn, Reid Hoffman, sugirió una teoría que permitiría comprender el éxito o fracaso en las redes sociales: cada red está relacionada, en más de una manera, con un pecado capital. La sugerencia no es tan descabellada: Facebook es vanidad; Netflix es pereza; Tinder es ¿hay que decirlo? Obviamente, lujuria.

La pregunta que se hacía Reid Hoffman es sencilla: ¿por qué las redes que en efecto son exitosas y masivas tienen tan poco (o absolutamente nada) que ver con buenas causas o necesidades absolutamente reales? Según Hoffman, porque no son “suficientemente pecaminosas”. Robinson Meyer, de The Atlantic, describe la posible relación de las redes sociales más exitosas con los siete pecados capitales.

La pregunta que se hacía Reid Hoffman es sencilla: ¿por qué las redes que en efecto son exitosas y masivas tienen tan poco (o absolutamente nada) que ver con buenas causas o necesidades absolutamente reales? Según Hoffman, porque no son “suficientemente pecaminosas”

La pregunta que se hacía Reid Hoffman es sencilla: ¿por qué las redes que en efecto son exitosas y masivas tienen tan poco (o absolutamente nada) que ver con buenas causas o necesidades absolutamente reales? Según Hoffman, porque no son “suficientemente pecaminosas”

Lujuria: así como en el infierno de Dante, las almas de los lujuriosos permanecen por siempre envueltas en un huracán que no les da reposo, los usuarios de Tinder podrían estar teniendo una experiencia similar: la de deslizar el dedo a la derecha en la aplicación, y nunca conseguir a alguien con quien iniciar una relación en serio.

Gula: Instagram es para golosos. Así como al legendario Tántalo, castigado en el Tártaro, se le alejaban la fruta y el agua cada vez que intentaba comer o beber, al navegar en Instagram nos topamos con una inundación de imágenes compartidas por foodies que, al menos en pantalla, no podemos probar.

Avaricia: Dante explica cómo los avaros están condenados a luchar unos contra otros, para siempre, en el infierno, arrojándose rocas infinitamente pesadas. Es la competencia profesional que, según Meyer, se ve en LinkedIn.

Pereza: aunque no es una red social, Netflix es una de las fuentes predilectas de tiempo perdido –“procrastinación”, le llamamos- de nuestros días.

En el quinto círculo del infierno de Dante, los iracundos están condenados a atacarse unos a otros, sin fin, sin que ninguno prevalezca por encima del otro ¿No es una descripción exacta de nuestras discusiones en Twitter?

En el quinto círculo del infierno de Dante, los iracundos están condenados a atacarse unos a otros, sin fin, sin que ninguno prevalezca por encima del otro ¿No es una descripción exacta de nuestras discusiones en Twitter?

Ira: En el quinto círculo del infierno de Dante, los iracundos están condenados a atacarse unos a otros, sin fin, sin que ninguno prevalezca por encima del otro ¿No es una descripción exacta de nuestras discusiones en Twitter?

Envidia: La envidia, básicamente, hace que sintamos tantos deseos de lo que no tenemos que terminamos por no ver ni apreciar lo que en efecto tenemos. Para eso está Pinterest.

Orgullo: aquí hay opiniones encontradas. Hoffman asegura que “orgullo”, el más pesado de los pecados, equivale a Facebook. El orgullo, en efecto, consiste básicamente en creer que uno es esencialmente mejor que su prójimo. Según Meyer, Medium (o alguna otra plataforma de blogging) en efecto podría ser orgullo. Es una manera de decir “yo sé decir lo que tú crees que sabes de una mejor manera, así que comparte mi artículo”.

Pero si Facebook no es orgullo ¿qué es? La vanidad –o vanagloria- es una confianza sin límites ni fundamento en el propio atractivo, y un deseo incontrolable de alardear de ello. Eso, afirma Meyer, es el atractivo de Facebook: la posibilidad de ofrecer, en línea, la mejor versión posible de la propia vida, editando cuidadosamente cada uno de sus altibajos.

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