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Los Jardines Vaticanos en la actualidad están dispersos a lo largo de casi 23 hectáreas, y contienen varias fortificaciones medievales, edificios y monumentos del Renacimiento y Barroco, con jardines, parques, huerto y hasta un área boscosa de 3 hectáreas.
Existen numerosas fuentes, esculturas y grutas artificiales, generalmente dedicados a la Virgen María u otros santos, y un olivo donado por el gobierno de Israel.
Su historia se remonta a los tiempos de Agripina, que hizo construir una villa en la zona y su hijo Calígula añade un circo, ampliado y enriquecido por Nerón, que viene usado del 64 al 67 d.C. como lugar de martirio de numerosos cristianos entre los cuales el apóstol san Pedro.
La tradición dice que en el sitio fue esparcida tierra procedente del Gólgota por santa Helena para simbólicamente unir la sangre de Cristo con la vertida por miles de los primeros cristianos, que murieron en las persecuciones de Nerón.
La zona cambió decididamente de aspecto con el emperador Constantino, quien después de haber concedido a los cristianos la libertad de culto ordena construir la Basílica San Pedro.
En el 894 hizo construir una gran muralla alrededor para defensa contra saqueos de los sarracenos, llamada hasta ahora mure leonine.
El papa Nicolás III (1277-1280) trasladó la residencia papal del Laterano al Vaticano. En el interior de las murallas que mandó levantar para defender su residencia, el Papa mandó plantar árboles frutales (pomerium), un prado (pratellum) y un verdadero jardín (viridarium).
Este primer núcleo surgió cerca de la colina de San Egidio, donde actualmente se encuentra el Palacete del Belvedere y el Patio de los Museos Vaticanos.
El sitio sufrió un gran remodelado del paisaje en los comienzos del siglo XVI, durante el papado del papa Julio II.
El diseño original del Bramante fue entonces dividido en tres nuevos patios, el Cortil del Belvedere, la Biblioteca y de la Piña en el estilo del diseño del paisaje del Renacimiento.
Son innumerables las especies de flora que constituyen este oasis de paz y serenidad. Entre aquella típicamente mediterránea conviven otras provenientes de todo el mundo perfectamente ambientadas, incluso auténticas rarezas botánicas donadas a los papas durante siglos.
También es habitada por una rica fauna, diferentes aves, como la ruidosa comunidad de loritos monjes, ranas, sapos, serpientes, y en la zona boscosa hasta se pueden encontrar erizos, ardillas y zorros. En un tiempo hasta se podían ver gacelas y ciervos.
Paseando por los diferentes tranquilos senderos, podemos constatar los diferentes jardines al estilo italiano, inglés y francés, con sus respectivas características.
El jardín a la italiana tiene una característica muy formal y geométrica, y con particularidades muy propias del renacimiento.
El francés lo distingue su gran expresión en el arte clásico barroco, enriquecida con estatuas y juegos de agua.
El jardín inglés al contrario de los otros dos, que tienen grandes características geométricas, tiene más elementos naturales y artificiales, incluyendo, cuevas, arroyos, árboles, arbustos, pagodas, pérgolas, templos y ruinas.
Las fuentes dan una belleza inusitada a todo este maravilloso complejo de naturaleza, como la del Laghetto, de la Vela, de la Cruz griega, del Candelabro, de la Cabaña China, de las Ranas, de los Cinco caños y muchas otras (97 en todo el Vaticano) hasta llegar a la gran fuente del Aquilone (Águila) querida por el papa Pablo V (la caída de gran cantidad de agua en cascada proviene del Lago de Bracciano que se encuentra a 39 km de la zona.
La fuente de la Galera construida en el 1620 por Vasanzio, donde en el espejo de agua aparece como una espléndida Galera de plomo con cañones que disparan agua.
El papa Urbano VIII la celebró con un dístico latino: Bellica Pontificem non fundit machina flammas / Sed dulcem belli qua perit ignis aquam (la máquina de guerra de los papas no dispara llamas, más bien agua dulce que apaga el fuego de la guerra).
Entre los monumentos importantes podemos encontrar:
El monumento a San Pedro, destinado en un principio a conmemorar el Concilio Vaticano I sobre la colina del Gianicolo y después colocado en el Vaticano, primero en el patio de los Museos, actualmente detrás de la Basílica Vaticana.
La Gruta de Lourdes, corazón espiritual del parque, copia fiel de la de Massabielle, donada por los franceses al Papa León XIII en 1902.
En ella sobre el altar original de Lourdes, donación al pontífice Juan XXIII, se ve la estatua de la Virgen, ante la cual, el Papa suele bendecir a los fieles tras una sugestiva procesión de antorchas por los Jardines Vaticanos al concluirse el mes de mayo.
La campana-recuerdo del Gran Jubileo del dos mil, colocada aquí después del Año Santo.
El templete de la Señora de la Guardia, regalada por los genoveses a su conciudadano, el papa Benedicto XV .
La Casina de Pío IV, un palacete mandado construir por el Papa Pablo IV y terminado por Pío IV en 1558, debía servir para el descanso estival del Pontífice además de albergue de caza en medio de una naturaleza, en aquel tiempo, rica de animales.
En el lejano 1288, los jardines de la Casina de Pío IV dieron lugar en Italia a las primeras reflexiones sobre botánica sistemática, cuando el médico del papa Nicolás IV Simón de Génova plantó un huerto de hierbas para las curas del Pontífice y comenzó a clasificar de modo más sintético y sistemático los nombres de las diversas esencias medicinales que cultivaba.
La Academia Pontificia de las Ciencias: hoy en lugar de este jardín crecen cedros seculares y grandes secuoyas americanas que se desarrollan rápidamente gracias a la buena adaptación y a la protección del lugar, y en lugar de la caza, en la Casina de Pio IV, se celebran las reuniones de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales.
Junto al Jardín Italiano, se encuentra el centro de transmisiones "Marconi"(Radio Vaticano), desde donde el célebre científico transmitió por primera vez un mensaje de radio en presencia del papa Pío XI, el primero que creyó en el valor del revolucionario descubrimiento.
El Helipuerto mandado realizar por el papa Pablo VI. Desde aquí los Papas dejan habitualmente el Vaticano para asistir a las numerosas visitas pastorales, protegidos por la imagen en bronce de la Virgen Negra de Czestochowa.
Los papas de nuestro tiempo han demostrado siempre una especial atención a los jardines del Vaticano y eran muchos los que asistieron a ellas por sus paseos diarios buscando soledad y meditación.
León XIII había llenado de animales los huertos del Vaticano. Un día paseando por el huerto casi es atropellado por una gacela provocando el terror de los presentes. El papa para tranquilizar a todos, expresó: “Jamás se vio que un León tenga miedo de una gacela”.
Pío XII tenía una relación especial con las aves, que revoloteaban a su alrededor y hasta a veces las tórtolas se le posaban en su hombro acompañándolo a lo largo de los senderos del parque.
Juan XXIII por lo general, daba largos paseos, solo o en alguna empresa como obispo, y se convirtió en una experiencia memorable el viaje que hizo el tren partiendo desde los jardines del Vaticano hasta Loreto con ocasión de la celebración del Santuario de la Virgen.
Pablo VI quiso recrear la atmósfera de los jardines también en las terrazas de los palacios apostólicos haciendo colocar jardines colgantes para refugiarse durante las pausas de sus muchos compromisos pastorales.
Juan Pablo II amó mucho los jardines aunque no los frecuentó asiduamente a causa de los múltiples desplazamientos tanto en Italia como al exterior y dio instrucciones para que ellos se mantuvieran con extremo cuidado a fin de mantener alrededor de la Basílica de San Pedro un oasis de paz y serenidad.
Benedicto XVI es habitual que rece el rosario por los senderos del jardín, generalmente lo hace acompañado por su secretario a las 17.00 horas.
Papa Francisco debido a su agenda diaria tan apretada no es asiduo a los paseos en los jardines, pero al poco tiempo de su ingreso al pontificado hizo inaugurar un monumento a san Miguel arcángel, designándolo junto a Benedicto XVI patrono del Estado de la Ciudad del Vaticano.