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La oración contra las obsesiones y las dependencias

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Comunità di Taizè - publicado el 17/05/16
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Nada te turbe

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Sólo Dios basta

“La vida está llena de cosas bellas pero a veces no sabemos gozarlas”, dice Víctor Manuel Fernández, teólogo argentino cercano al papa Francisco. El arzobispo, rector de la Universidad Católica Argentina, traza un camino de libertad para volver el encuentro con Dios una fuente de alegría.

Cecilia quiere emprender este recorrido con sus lectores, para que a través de la música se puedan encontrar elementos de mediación y crecimiento personal.

“¿Cuáles son la obsesiones que se apoderan de nuestra interioridad?”

“Estamos obsesionados con el aspecto exterior, estamos llamados a descargar la imagen social y existe una necesidad de reconocimiento. A veces haber amado a alguien puede transformarse en una esclavitud interior, cuando a causa de esa dependencia dejamos de vivir y crecer, nos anulamos y la vida pierde sentido. En cambio el corazón libre, que no se vuelve esclavo, goza de lo que la vida le da y se dedica a lo que es posible alcanzar.

Estamos hechos para un desarrollo permanente, hasta alcanzar una profunda y sublime relación con Dios y una amistad cada vez más bella y generosa con los demás.

Cada vez que dentro de nosotros se hace presente una sensación de insatisfacción y tristeza debemos preguntarnos qué obsesión interior es. Esta toma de conciencia es el ejercicio más importante para aprender a deshacerse de dependencias y obsesiones.

Decir adiós. Cuando uno no reconoce la fugacidad de las cosas y los placeres, pierde su dignidad y comienza a venderse y a arrastrarse tras las necesidades obsesivas.

Admitir con claridad que algunas cosas me provocan tristeza porque no son mías, porque no las poseo, porque no puedo aferrarlas.

Reconozco que la vida se sostiene sobretodo con los pequeños placeres que tengo entre las manos. Hacer una lista de estos placeres posibles y dar gracias a Dios por ellos”.

La canción de hoy ayuda en este camino de liberación. Se trata de una oración de santa Teresa, Nada te Turbe.

 

 

 

Por Costanza D’Ardia

 

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