En el icono también el hombre encuentra su imagen. El iconógrafo A. Zharov: “Quien no vive la fe no puede pintar
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Tierra de encuentro entre oriente y Occidente, por su posición geográfica, Bielorrusia ha absorbido en su cultura y en su arte también la religiosidad de estas dos almas, la ortodoxa y la católica.
Lo que demuestra que el diálogo no es solo posible sino también necesario. Lo testifican los iconos de la muestra expuesta hasta el 25 de julio en los Museos Vaticanos: “Iconos en Bielorrusia de los siglos XVII-XXI”, de la colección del Museo nacional de arte de Minsk
Entre otras cosas esta exposición se muestra en un momento particular, coincidiendo con el Jubileo de la Misericordia y también con el Año de la Cultura en Bielorrusia. Es la primera vez que las obras sacras bielorrusas son acogidas en el Vaticano. También es esto fruto de un diálogo que viene de lejos (la idea nació hace 6 ó 7 años), como contó monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo católico de Minsk. Recordando el sueño de San Juan Pablo II de una Europa que respirara con “dos pulmones” y esperando que esta muestra “contribuya a la nueva evangelización y a la relación entre la Iglesia católica y la ortodoxa, aliadas en la tutela de los valores cristianos”.
La particularidad de la expresión artística bielorrusa, a caballo entre dos culturas, ha sido destacado por el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, y por el director del Museo de arte nacional de Minsk, Vladimir Prokoptsov. Las obras expuestas testifican la formación del arte bielorrusa desde el siglo XV hasta hoy, en el pleno contexto de la cultura europea. Las obras más antiguas (del los siglos XVII-XVIII) presentan una variedad de estilos y tendencias en la cual aparecen muchos elementos de la tradición bizantina, que fue la primera que inspiró estas obras.
© MUSEI VATICANI, GOVERNATORATO SCV
Especialmente preciosos los iconos “Virgen de Odigitria de Minsk” del siglo XVII, la de los apóstoles Pedro y Pablo y la del arcángel Miguel. Hay dos iconos representativos del siglo XXI, ambos de la tradición ortodoxa: una representación de los santos Cosme y Damián y una Dormición (es decir el sueño de la Virgen María que para los ortodoxos no murió sino que cayó en un sueño profundo). El autor es el joven iconógrafo Andrei Zharov, de 35 años, miembro del Consejo artístico y arquitectónico de la diócesis de Minsk.
“Pintar un icono es, antes que nada, todo un servicio a Dios, explica Zharov. La misma iconografía es una oración. El iconógrafo debe vivir el Evangelio y la fe en su vida y esto es solo posible en el interior de la Iglesia, en la liturgia y la oración. Podemos decir que el icono nace en la liturgia: cuanto más estemos cerca de Cristo, nuestros iconos más hablarán de Dios en una modo convincente”.
Nacido en una familia de iconógrafos, Zharov, se formó en la Academia ortodoxa de San Petersburgo y después en la universidad San Thikon de Moscú. “Hay mucha diferencia entre la inconografía católica y la ortodoxa, pero, destaca, estamos buscando volver a la tradición de los primeros siglos del cristianismo, volver a las raíces comunes”. La muestra del Vaticano tiene un valor artístico enorme, pero para Zharov, lo principal es que los iconos hablen a las personas de Dios y de la vida eterna”.
© MUSEI VATICANI, GOVERNATORATO SCV
En la inauguración de la muestra estaban presentes las autoridades bielorrusas y vaticanas. El embajador Sergei Aleinik habló de ecumenismo y hermandad., y llevó el saludo del presidente Aleksandr Lukashenko. El cardenal Giuseppe Bertello destacó el carácter espiritual de los iconos, “expresiones de una fe de la vida cristiana de un pueblo que manifiesta a través del arte su devoción y la relación con el Señor”.
El archimandrita Fedor Povny, de Minsk, destacó la especial naturaleza de los iconos: “Contemplando el mundo del icono, tan pacífico y alegre, y pensando que la sustancia humana es tan pecadora, nos preguntamos cómo es posible que un ser humano pueda renovar su aspecto deiforme que le es inherente. Y los santos de los iconos nos dicen que es posible”.
De aquí la invitación a “detenernos sin prisa” delante de los iconos de la muestra, “estar delante de ellos en silencio, escuchando el mandamiento de amor que nuestros pintores han traducido en los rostros de los santos”.