Una música repetitiva pero siempre diferente que te va introduciendo en tu interior…
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En la alfombra de la iglesia de la Reconciliación, cientos de jóvenes rezan juntos, sentados en el suelo; un estribillo meditativo se eleva, se repite durante largo tiempo, intercalado de contra-cantos de solistas, en varios idiomas. ¡Bienvenidos a Taizé!
Pero que esta atmósfera tan particular, que algunos calificaron con premura de hippie, no permita que olvidemos que los cantos de Taizé son fruto de un profundo trabajo musicológico y teológico y que son hoy en día referencia, desde hace décadas, en el repertorio musical eclesiástico.
Laudate Dominum, Jésus le Christ, lumière intérieure, Bless the Lord my Soul, Nada te turbe… y otras tantas piezas cuidadosamente armonizadas y adaptadas por estos oradores reunidos.
No estamos muy alejados del gregoriano (para los tardones: ¡lean el Capítulo 1 de la serie Y si se cantara (la gloria de Dios)!) –fuente de inspiración para Jacques Berthier, histórico compositor de estos cantos (1923-1994)– ni de la salmodia que practican los monjes.
“Tanto fray Robert como Jacques Berthier buscaron un modo meditativo, marcado por la repetición de un versículo, por lo general extraído de las Escrituras (al principio fue en latín, luego en diferentes idiomas) o procedente de autores espirituales como el pastor Bonhoeffer o santa Teresa de Ávila”, explica fray Benoît, de Taizé.
Benoît es miembro de un comunidad monástica ecuménica fundada por el hermano Roger en 1940 en Taizé, una pequeña ciudad del departamento de Saona y Loira, Francia.
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Abandonarse al canto repetitivo
La repetición es sin duda el elemento característico de los cantos de Taizé. No hay alternancia entre estribillos y estrofas, sino solamente una frase o dos repetidas durante varios minutos.
“La repetición invita a la interioridad. Las palabras caen en nuestro corazón a medida que las vamos repitiendo”, explica el hermano Benoît.
Si uno hace la prueba, ¡el resultado es sorprendente! Más aún debido a que las frases son escogidas con cuidado y portan un sentido que no se agota con la repetición.
“Muchos jóvenes que vuelven a Taizé dan testimonio de ello”, asegura fray Benoît. “Uno de ellos me dijo que estando en el transporte público, de repente, recordó un canto de Taizé y se sorprendió a sí mismo comenzando a rezar con el canto”.
“Es algo que me impacta, tanto más dado que una gran parte de los jóvenes que nos visitan están en proceso de aprendizaje… Sin embargo, cada semana, a través de los cantos llegamos a compartir lo esencial de la fe: la relación con Cristo resucitado. Es una hermosa aportación a la maduración de la fe en los jóvenes que nos visitan”.
Además, según apunta fray Benoît, “no está del todo desconectado de la tradición: tanto católicos como ortodoxos han hecho uso de la repetición. Por ejemplo, el rosario para los católicos o la oración del Nombre de Jesús para los ortodoxos”.
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Simple, pero no simplista
¿Y si nos aburrimos al rato? “Los cantos se acompañan a menudo de versículos en solitario, cantados por los hermanos, por encima del coro congregado”, tranquiliza el hermano Benoît.
“Así se rompe la monotonía. Al cabo de cierto tiempo podríamos tener la impresión de haber completado ya el canto, pero cada versículo en las repeticiones añade como un toque más de color al cuadro”.
Para el hermano Alois, el prior de la comunidad, “el valor de la repetición va a contracorriente de nuestra sociedad, en la que siempre hace falta algo novedoso, pero eso responde a una profunda sed insatisfecha en los jóvenes, que aquí pueden abandonarse en esta música y en los cantos repetitivos”.
Para que la oración profundice, es necesario que haya una interpretación o análisis. “Los cantos meditativos publicados en el cuaderno de Cantos de Taizé son simples, pero su empleo en una oración en común requiere preparación”, se explica en el sitio web de la comunidad.
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¿Superados por los vecinos alemanes?
“En comparación con muchos cantos de misa en las parroquias, estos cantos constan de múltiples voces”, destaca Cyril, de 28 años y un habitual de Taizé. Como contrapartida, “hace falta más trabajo”, explica el joven, con conocimiento de causa.
“Hay que poder utilizar todo el potencial de estos cantos”, añade fray Benoît.
“Gracias a cuatro voces y a las partes de solo, hay un amplio margen de progresión. El canto puede parecer pobre si se canta únicamente la línea de las sopranos. Pero cuando se pueden añadir otras voces o si alguno tiene la capacidad de cantar los versículos de solista, el resultado es extraordinario”.
¿Por qué la calidad del canto en Taizé es tan excepcional? Cyril avanza una explicación: “En Europa, algunos países tienen una cultura musical más desarrollada que la nuestra”.
De hecho, nuestros vecinos alemanes, por ejemplo, son más duchos en solfeo que nosotros los franceses. “Al margen de la flauta dulce en el colegio, no se conoce gran cosa”, ironiza.
Sin ánimo de querer sacudir más a Francia, hay que reconocer que si distribuyéramos partituras al principio de la misa, el descifrado del contenido podría ser un problema, que es mucho menor en el caso de Alemania.
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¿Cantar en finés?
En Taizé, después de que hayan pasado por allí jóvenes de toda Europa (y del mundo entero) durante la década de los 70, han aprendido a cantar en todas las lenguas.
En las primeras horas de la tarde, en los ensayos se puede ejercitar la voz y la pronunciación. “Cuando hay una lengua cuya pronunciación es poco común, como el finés, una persona que la tenga como lengua materna pronuncia la letra y se aprenden”, indica Cyril.
El latín también es una lengua viva en Taizé, por un espíritu de comunión con la tradición de la Iglesia católica latina, al igual que el eslavo o el griego para las Iglesias de rito bizantino.
¿Cómo se entiende entonces que tantos jóvenes se sientan atraídos por unos cantos que parecen un poco anticuados?
Para el hermano Robert, responsable de los cantos en la época de los primeros cantos dirigidos por Jacques Berthier, en un artículo publicado en 1986 (Cahiers protestants), la oración no significa forzosamente una inmersión en “las culturas pasajeras”.
“Por el contrario, un cierto cambio de ambiente, que ayuda a salir de la atmósfera cotidiana, quizás permita tener una perspectiva interior nueva”. Y de esta forma, conducirnos hacia el Eterno.