Debemos enseñarles a vivir verdaderamente conectados y a hacer un uso correcto de los recursos digitales
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Me he encontrado con esta serie de videos que me parece muy interesante en cuanto a la enseñanza del uso del celular, sus ventajas y peligros. Esto me ha llevado a pensar en cómo es que los padres estamos abordando la educación de los hijos en este tema específico. ¿Estamos haciendo algo en concreto?
Educar a nuestros hijos en la era digital supone consideraciones que a los padres de hace unos 30 años atrás jamás se les hubieran ocurrido. Pero también es cierto que, aunque hayan pasado un centenar de años, educar a los hijos sigue siendo lo mismo: una responsabilidad de los padres. Puede parecer muy obvio, pero con los cambios en la sociedad, con la introducción de la mujer en el mundo laboral y el avance del mundo virtual, la dinámica familiar ha cambiado tanto que, a veces, esta tarea se delega a terceros, se deja a los niños solos y la tecnología se convierte en la mejor niñera, incluso en presencia de los padres. Y el concepto de velar por el bienestar de los hijos queda diluído o peor aún, olvidado. Los hijos en etapa de formación siempre serán responsabilidad de los padres y es ahí donde debemos volver a mirar.
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Existen muchos comerciales que nos advierten de los efectos del mal uso de las nuevas tecnologías y existe como una relación de amor – odio sobre todo con respecto a las redes sociales y la desconexión del ser humano. No perdamos de vista que las nuevas tecnologías no son malas en sí mismas. Ellas son parte clave en la sociedad actual: todos las usamos, son necesarias y sumamente útiles, pues sus aplicaciones parecen ser casi ilimitadas. Su progreso ha sido tan veloz que, prácticamente, hemos empezado a utilizar herramientas muy poderosas casi a ciegas, armando legislaciones y reglas sobre la marcha.
Mientras que para los nacidos hace más de 30 años lo usual era salir a jugar a la calle con los amigos, nuestros hijos se encierran «solos» en sus habitaciones a jugar con sus amigos o peor aún, a jugar con perfectos desconocidos, recibiendo información cargada de violencia y elementos sexualmente explícitos, e incluso poniendo su vida en riesgo a través del contacto con desconocidos en redes sociales. Muchas veces los padres ni siquiera están enterados de estas posibilidades.
Hace 20 o 30 años la sociedad aún protegía a la familia. Acceso a algún material nocivo para la infancia era muy dificil y el horario de protección al menor funcionaba. Los videojuegos casi no existían (o no eran de acceso masivo), los juegos se daban al aire libre y los diálogos casi siempre eran mirándose a los ojos.
Estas experiencias son una gran ventaja para formar a los niños actuales. Los padres nacidos en esa generación estamos en la capacidad de enseñar a nuestros hijos a vivir verdaderamente conectados y a hacer un uso correcto de los recursos digitales. Y eso es importantísimo: si nosotros no transmitimos esto, ¿quién lo transmitirá a generaciones futuras?
Herederos de un concepto de libertad muy fuerte, nuestros hijos claman por independencia, intimidad y autonomía. Pero a la vez reclaman la conexión humana y el interactuar con otros. Lo primero que tienen a mano es una red, que mal utilizada, está provocando justo lo contrario: la fragmentación de las relaciones interpersonales dentro y fuera de la familia.
Recordemos que los padres estamos a cargo y para hacernos cargo verdaderamente aparece la necesidad, primero de formación como padres y segundo en el uso de las nuevas tecnologías y sus alcances. Aprendamos a usarlas correctamente y enseñemos a nuestros hijos.
Y con enseñar no me refiero a enseñar el uso en sí de la tecnologías (lo más probable es que nuestros hijos nos lleven bastante ventaja en esto) sino de la forma en cómo es más conveniente usar la tecnología para el bien de los hijos y de la familia. Si queremos que nuestros hijos no sean dependientes de las pantallas y luego no se «despersonalicen» debido a su uso excesivo y desmedido, es necesario establecer como padres algunos límites. Algunos ejemplos: demoremos el acceso a éstas lo máximo posible en los niños, tengamos una sala común en la familia para el computador y el televisor, no promovamos el acceso a la tecnología sin vigilancia (no televisor o computador en el cuarto) y utilicemos filtros. Fomentemos el diálogo, especialmente desde temprana edad, inculquemos la confianza y la apertura para compartir experiencias, temores y curiosidades. Para esto el compartir actividades al aire libre y con otros es vital.
Y finalmente, pero creo que es lo más importante, eduquemos en virtudes. Sin honestidad, sin generosidad, sin fortaleza, sin templanza, los niños y jóvenes serán incapaces de modular sus propios actos en cualquier ámbito sobre todo en uno tan poderoso e influyente como el mundo virtual.