Tras la confirmación de que el diplomático sueco habría sido “liquidado por la KGB soviética”, la fundación Wallenberg dirige una misiva al presidente de la Federación Rusa
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Las recientemente publicadas memorias de Iván Serov, el director original de la KGB soviética de 1954 a 1958, aseguran que Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que salvó a decenas de miles de judíos húngaros de la muerte en las cámaras de gas nazis, habría sido ejecutado por órdenes directas de Stalin en 1947.
Wallenberg escondió a miles de judíos húngaros en edificios diplomáticos suecos, otorgándoles pasaportes “protegidos” (SchutzPass), que los identificaba como “suecos en espera de repatriación”, para facilitar su huida.
Cuando el Ejército Rojo entró a Budapest, en enero de 1945, Wallenberg fue apresado, bajo la acusación de ser un espía trabajando para los Estados Unidos. Fue transferido posteriormente a la prisión de Lubyanka, en Moscú, y luego a la de Lefórtovo. En febrero de 1957, el gobierno soviético publicó una nota originalmente dirigida al ministro de seguridad, en la que se decía que Wallenberg había “muerto en su celda”.
Sin embargo, su muerte siempre fue un misterio, e incluso algunas personas que fueron liberadas del Gulag en 1981 aseguran haberlo visto entre ellos. Las propias versiones oficiales soviéticas a propósito de la muerte de Wallenberg han cambiado con los años.
Ahora, tras el descubrimiento y la publicación de las memorias de Iván Serov, hay una explicación más para la muerte de Wallenberg, considerado por la organización Yad Vashem como un “justo entre las naciones”. Escondidos dentro de una pared de una dacha (una especie de casa provisional de veraneo rusa) hasta hace poco, los diarios de Serov dicen explícitamente que Wallenberg fue “liquidado” por órdenes de Stalin.
Por ello, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, una ONG con sede en Tel Aviv, Buenos Aires, Nueva York, y Berlín, entre cuyos miembros se cuentan 300 jefes de Estado (incluido el Papa Francisco) y varios premios Nobel, ha escrito una carta (firmada por Eduardo Eurnekian y Baruj Tenembaum) dirigida a Vladimir Putin, solicitándole acceso a los archivos de la KGB para dar con el paradero de los restos mortales de Wallenberg, con miras a repatriarlos a Suecia y darle un “apropiado entierro”.
El presidente de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, Eduardo Eurnekian, ha declarado a Aleteia que esta última versión sobre la muerte del héroe sueco ya había sido recibida y publicada por esta Fundación hace diez años.
La Fundación, además, ofrece a Rusia la posibilidad de edificar un monumento en Moscú “como símbolo de paz, solidaridad y reconciliación y, también, como muestra de agradecimiento a Rusia”.
Para leer la carta completa, puede visitar el website de la Fundación Wallenberg haciendo clic aquí.