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Las heridas de mi infancia se magnificaban y reflejaban en las letras que escuchaba día tras día
Querida Cecilia:
Se me pidió la sobrecogedora tarea de escribir un poco sobre mi vida en la música que hago y la fe católica que suscribo. Es una tarea humilde, especialmente porque no siempre ejemplifico el virtuoso estilo de vida católico.
Nací en Bogotá, Colombia, en 1991. Circunstancias económicas y la búsqueda de oportunidades condujeron a mi familia a trasladarse a una pequeña ciudad cerca del elegante Palm Beach, Florida, donde crecí.
Ahí comencé mi “aventura” con el género musical llamado hip-hop, debido a su popularidad y letras que resonaban con los marginados.
A pesar de tener una firme base de fe, comencé a rebelarme. Las heridas de mi infancia se magnificaban y reflejaban en las letras que escuchaba día tras día, alimentando el miedo y odio debido a la plaga del racismo y un fuerte sentimiento contra el inmigrante.
Además, cuando la violencia no era el tema, la promiscuidad sexual era el tema promulgado en la música, y el joven curioso que yo era se intrigó.
Durante este periodo de tiempo, comencé a producir y escribir mis propias canciones. Mi estilo de vida deseado -porque no puedo decir que estuviera viviendo mis ejemplos a seguir- se reflejaba en la música.
Cuando tenía 16 años, conocí a otro artista local cuyo mensaje era diferente. Su mensaje era de rebeldía: rebeldía de un tipo que promueve armas, violencia, y deshumanización de la mujer.
Quería tocar a la gente con su mensaje y promover el bien. Sin embargo, crecí acostumbrado al mensaje popular que escuchaba y seguía teniendo otras aspiraciones.
Al entrar a la universidad, rápidamente me di cuenta de que el camino que había escogido para mi vida personal me estaba llevando a la desesperación y la depresión, en lugar de al verdadero placer y satisfacción que estaba buscando.
Comencé a renunciar a mis “viejas maneras” con la inspiración de algunos amigos cristianos, las oraciones de mi familia, y la ayuda de la comunidad de jóvenes adultos en la Iglesia católica.
Empecé a devorar el estudio de la Iglesia y la historia, la misa diaria se volvió mi rutina y no dejaba por nada del mundo mi rosario.
Y mi despertar espiritual no se escondía de mi música. Con el tiempo aprendí que había otros como yo: otros artistas católicos de hip hop. Su música se podía encontrar en una página llamada Phatmass.
Comencé a conectar con otros artistas en la página, y me encontré a mí mismo formando un grupo de hip hop con otros dos artistas, Le y C2six.
Llamamos al grupo FoundNation; haciendo eco de la parábola del hijo pródigo en el Evangelio de Lucas, “estaba perdido y ha sido encontrado”.
Mientras trabajábamos en el álbum, conocimos a un productor y cantante, Separate Mind, que completó el grupo.
Poco después, un fraile franciscano, fray Masseo González, invirtió en el grupo. Es el fundador de El Padrecito Ministries, que tiene por objeto usar programas dentro de las artes escénicas y la música como forma de acercarse a la ciudad y a la juventud marginada.
Aunque mi música no es para la liturgia, su papel es tan importante en la promulgación de estilos de vida que se amolda a los principios del catolicismo.
Porque sé cuánto me afecta este género, y en mis viajes he visto cuán atraída se siente la juventud hacia él, creo que vivir el catolicismo y expresar mi vida a través de este ritmo y tonos, tocará a otros y se les podrá mostrar otro camino.
Pido que el Espíritu Santo me guíe, y a estos artistas con los que trabajo, pido para que los mensajes planten semillas para que otros encuentren a Cristo y a su bendita madre en todos los aspectos de sus vidas, en misericordia y gracia.
Ad Majorem Dei Gloriam.
Nick “Dy-Verse” Torres