El brasileño que recibió milagro por intercesión de la ‘beata de la caridad’ contó su historia en vísperas de la canonización…
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En una ceremonia solemne, el papa Francisco canonizó el 4 de septiembre de 2016 a la madre Teresa de Calcuta, la “beata de la caridad” ante un río incalculable de fieles que llegaron para la ocasión a la plaza de San Pedro del Vaticano.
En esta fiesta de la fe, había dos peregrinos excepcionales, casi anfitriones de este evento, Marcilio Haddad Andrinose, de 43 años y Fernanda Rocha, de 42, matrimonio brasileño que viajó a Roma para dar testimonio del milagro recibido por intercesión de Madre Teresa que permitió la canonización.
Marcilio se curó de un tumor incurable a la cabeza. Los médicos de la Comisión internacional certificaron que se trataba de un caso científicamente inexplicable, votado por la unanimidad, siete votos de siete.
De hecho, los purpurados, y obispos de la Congregación para la Causa de los Santos que se reunieron el 15 diciembre de 2015 no pidieron más pruebas, más allá de verificar los resultados expuestos por el comité médico.
Según la diagnosis, el milagro de madre Teresa se realizó el 9 de diciembre de 2008, en el cuerpo de Marcilio, entonces de 35 años, moribundo “con abscesos multiplex cerebrales con hidrocéfalo obstruido”, que ya había sufrido un trasplante renal y despachado por la ciencia como ‘caso sin remedio’.
“Los médicos más prestigiosos de la Ciudad de San Pablo me visitaron sin dar alguna esperanza”, contó conmovido Marcilio, acompañado por su esposa, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, delante de un ejército de periodistas: 600 acreditados y más de 120 corresponsales televisivos.
La vida de Marcilio caía a pedazos; las nupcias aplazadas con Fernanda (el amor de su vida), el deseo frustrado de tener una familia, la carrera profesional truncada como ingeniero mecánico. “La única cosa que se sabía es que sufría de un mal en la cabeza e iba a morir”.
Una voz insospechada – la de su jefe en el trabajo- le sugirió de empeñarse en rezar con devoción auténtica una novena dirigida a la Madre Teresa.
“En esos momentos recé mucho. Pero, empeoraba y en los siguientes seis meses ya no tenía la movilidad de la parte izquierda de mi cuerpo”, abundó.
Los invitados del matrimonio, citados para una ceremonia en 2008, recibieron un mensaje de que todo se aplazaba por la tragedia.
Sin embargo, la oración y la fe irrumpieron con fuerza en la vida de la pareja que se había conocido en la playa de la ciudad de Santos en el año 2000.
El matrimonio se hubo de realizar. Fernanda contó que Marcilio llegó al altar apoyándose a su brazo, como si fuera su bastón para la vida, acosado por la debilidad y la incertidumbre.
En el hospital de Santos fue internado sucesivamente por una complicación el 17 de octubre de 2008. Mirando los exámenes, el médico diagnosticó que se trataba de una infección aguda al cerebro que constaba de 9 abscesos, de difícil acceso. “Los antibióticos no daban resultados, seguimos rezando con Fernanda”.
En una semana, el lado izquierdo del cuerpo de Marcilio se paralizó completamente. El ingeniero brasileño apenas casado entró en coma y los médicos por varias circunstancias técnicas no le pudieron intervenir aun cuando la operación en la cabeza había sido programada de urgencia.
“Cuando supimos que la medicina ya no podía hacer nada, entonces le pedí a Dios que se hiciera su voluntad y no la mía. Qué si Marcilio tenía que morir lo aceptaba. Corrí desde el hospital hasta la casa de mi madre y pedí, otra vez, la intercesión de Madre Teresa”, dijo Fernanda con voz trémula.
Ella no se resignaba de perder a su esposo y pidió a amigos y parientes: “Díganle a madre Teresa que lo cure”.
Media hora antes de la última operación programada, la capilla del hospital estaba llena de conocidos de la pareja. Un sacerdote amigo daba conforto y dirigía la oración.
En la instrucción del caso, se confirma que ese 9 de diciembre de 2008, fueron varias las oraciones dirigidas a madre Teresa. Cuando el cirujano volvió a la Sala Operatoria encontró a Marcilio sentado, consciente y sin los síntomas de la enfermedad.
¡Milagro! ¡milagro! ¡milagro! Fueron las voces recurrente en esos momentos de júbilo. El dolor de cabeza terminó. Las manchas en el cerebro desaparecieron en un 70%. Los médicos no se lo explicaban y drenaron las demás impurezas de su cabeza.
Tras 13 días de ese episodio, salió del hospital para seguir su vida familiar, al mismo tiempo que siguió la rehabilitación y seis meses más tarde volvería a trabajar. ‘La novena funcionó’ constataría su jefe después.
Pero, hubo un milagro en el milagro. Marcilio y Fernanda querían tener un hijo. Los antibióticos habían destruido el hígado y ante lo que parecía imposible, otra vez, las oraciones a Madre Teresa realizaron el resto. Y así, el milagro se alargó. Fernanda quedó embarazada y en 2012 nació un segundo hijo.
Sucesivamente, fue unánime el examen de los asesores en teología, que hacen parte de la instrucción de la causa y que declararon el prodigio.
“Todo gracias a la Madre… Nos sentimos muy agradecidos por este milagro. Me parece que estamos en el paraíso”, dijo Marcilio.
Fernanda confirmó: “Mantenemos una oración muy fuerte en familia. Y la difundimos a otras personas para que la misericordia de Dios sea un don para todos”.
A todo esto, una periodista preguntó a Marcilio: ¿Te has preguntado alguna vez por qué yo? Y sin titubear respondió: “Dios es misericordioso con todos, sin distinción”, abundó.
La canonización fue el culmen humano de una santidad vivida. La Madre Teresa fundó las Misioneras de la Caridad, en sus orígenes una pequeña congregación de un centenar de hermanas, que hoy se ha convertido en una red que cuenta con unas 3.842 religiosas que trabajan en 594 casas en más de 120 países. Su vocación: los pobres, los últimos, los desheredados.
La misión caritativa de la religiosa fue reconocida en vida a nivel mundial. Recibió el premio Nobel por la paz en 1979. Juan Pablo II presidió la ceremonia de beatificación que se realizó el 19 de octubre de 2003 en el Vaticano y el papa Francisco la canonizaó en el contexto del Jubileo de la Misericordia también como testigo fiel de ‘caridad y amor hacia el prójimo’.