Según la tradición, el centurión Cayo Casio Longinos estaba al mando de los soldados romanos en la Crucifixión de Jesucristo en el Gólgota, y fue quien atravesó el costado de Cristo con una lanza.
El centurión Cayo Casio Longinus, que estaba al mando de los soldados romanos en el momento de la Crucifixión de Jesucristo en el Gólgota, fue, según algunas tradiciones cristianas, quien traspasó el costado del cuerpo de Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza (Jn. 19,34 versión Reina Valera 1960).
El centurión sufría de una infección a los ojos que le impedía de ver bien dejándolo casi ciego. Al atravesar a Jesús con su lanza, un torrente de sangre y agua bañó su cara y sanó la infección en sus ojos. Luego, se convirtió y fue martirizado. También se lo suele identificar con el centurión que, ante la muerte de Jesús, exclamara: "En verdad, este era el Hijo de Dios".
Pero ¿dónde se encuentra la lanza?
Hay varios lugares donde se cree que está la lanza de Longinos. A finales del siglo VI se veneraba en Jerusalén una Lanza que supuestamente perforó el cuerpo de Nuestro Salvador, y la presencia de esta importante reliquia está atestiguada ya desde un siglo antes por Casiodoro y posteriormente por Gregorio de Tours.
En el año 615, Jerusalén fue tomada por un teniente del rey persa Chosroes. Las sagradas reliquias de la Pasión cayeron en manos de los paganos, y la punta de la Lanza, que estaba partida, fue donada el mismo año a Nicetas, quien la llevó a Constantinopla y la depositó en la iglesia de Santa Sofía.
La reliquia de Constantinopla cayó en manos de los turcos y en 1492, bajo circunstancias minuciosamente descritas en "Historia de los Papas", de Pastor, el Sultán Bajazet la envió a Inocencio VIII para ganarse sus favores en el asunto de su hermano Zizim, prisionero del papa.
Desde entonces, esta reliquia nunca abandonó Roma, donde se conserva bajo la cúpula de San Pedro. Benedicto XIV declaró que París tenía la parte inferior de la reliquia de la lanza (ya que estaba dividida en dos) y que estaba en posesión del rey francés Luis IX, que la mantuvo en la Sainte-Chapelle. La destruyeron durante la Revolución Francesa.
Luego está el supuesto descubrimiento de la Santa Lanza en Antioquía gracias a la revelación de San Andrés en 1098, durante la Primera Cruzada. Según hagiógrafos jesuitas y muchas otras autoridades, se creyó, como dijimos antes, que la Lanza encontrada en Constantinopla cayó en manos de los turcos, y que Bajazet la envió posteriormente al Papa Inocencio. Pero según algunas investigaciones, parece probarse que se trata de la misma reliquia preservada hoy celosamente en Etschmiadzin, en Armenia.
Otra Lanza que pretende ser la que produjo la herida en el costado de Cristo se guarda entre las insignias imperiales en Viena, y es conocida como la Lanza de San Mauricio. Esta arma fue utilizada desde 1273 en la ceremonia de coronación del Emperador de Occidente, y desde hace tiempo forma parte del emblema de la investidura. En 1424 fue a parar a Núremberg y probablemente se trate de la Lanza conocida como la del Emperador Constantino, quien engarzó un clavo o una porción de un clavo de la Crucifixión.
Otra última lanza supuestamente perteneciente a la Pasión de Cristo se conserva en Cracovia, pero, aunque se alega que ha permanecido allí durante ocho siglos, es del todo imposible reconstruir su historia.
La leyenda de la lanza del destino y Hitler
La Ahnenerbe (Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana) tenía entre sus objetivos la Lanza del Destino, con la que el centurión romano Cayo Casio Longinos hirió en el costado a Cristo.
Los nazis creían que la lanza que se encontraba en el Museo Hofburg en Viena era la auténtica.
Hitler anhelaba la posesión de la Lanza del Destino, a la que se le atribuían grandes poderes. Se cree que el líder que la posee se beneficia de los poderes que emana, sosteniendo el destino del mundo en sus manos para bien o para mal. Se suponía que otorgaba la victoria por siempre a su poseedor, y la derrota y muerte a quien la perdiera.
Uno de los primeros actos oficiales de Hitler fue el ir hasta Viena en procesión, llegó al museo, y tomó posesión física de la Lanza del Destino. Hitler creyó que poseía el poder para sobreponerse a todas las posibilidades y conquistar el mundo; ya que, como cuenta el evangelio de San Juan, el soldado romano que hirió el cuerpo de Cristo cumplió, sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento (los huesos de Cristo no serían rotos). Si no hubiese hecho lo que hizo, el destino de la humanidad habría sido diferente. Según San Mateo y San Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado Cayo Casio Longinos.
El 30 de abril de 1945 la compañía estadounidense al mando del teniente William Horn, fue enviada en busca del tesoro de los Habsburgo. Por casualidad, un proyectil había facilitado su tarea, dejando a la vista la entrada de la bóveda, y encontró sobre un lecho de descolorido terciopelo rojo la fabulosa lanza de Longinos.
El teniente Horn extendió la mano y tomó posesión de la lanza en nombre del gobierno de los Estados Unidos. Y a unos cientos de kilómetros de distancia, en un bunker de Berlín, Adolf Hitler esa misma tarde se quitaba la vida.
El 7 de enero de 1946 el general Patton la devolvió a Austria, donde se encuentra actualmente expuesta en el Schatzkammer (Tesoro Imperial), una de las colecciones del Palacio Imperial de Hofburg