Un hogar a lo “San Francisco de Asís”
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“Mi casa es un hotel de cinco estrellas”, afirma orgullosa Mey Zamora, periodista, filóloga, ama de casa y autora de Dulce hogar, un retorno a lo esencial (Plataforma, 2009). Y no porque cuente con servicio de habitaciones –que no es el caso–, sino porque, como ella misma asegura, “en mi casa se está de maravilla”.
Y es que, como explica en su libro, nuestros hogares deberían ser ese lugar al que “anhelamos llegar cuando estamos lejos de viaje, al que corremos cuando buscamos un rato de relax…”. Por eso, es “la más preciada de las organizaciones, la empresa sobre la que se construyen otras trayectorias”.
Minimalismo
Dedicarse al hogar no está reñido con la eficacia y la productividad, y cada vez son más quienes han encontrado en la teoría sobre la gestión del hogar un medio de vida. Es lo que ocurre cuando hablamos del minimalismo, un estilo de vida que ha convertido a personas como la japonesa Marie Kondo en referentes actuales cuando se habla del orden.
Conocida por su método KonMarie, descrito en La magia del orden (Aguilar, 2015), su sistema parte de la premisa “Ordena tu casa para ordenar tu vida” y, para ello, propone técnicas como colocar los objetos por categorías, y no por ubicaciones, ya que así evitamos guardar “el mismo tipo de objetos en más de un lugar”, lo que, en última instancia, nos lleva a acumular cosas.
Su método, ligado al orientalismo, de moda en Occidente, invita a revisar y a deshacernos de todo aquello que no consiga emocionarnos, pero no de cualquier forma, sino con solemnidad y agradecimiento. En este sentido, Zamora reconoce que el mérito de Kondo es “haber puesto en evidencia que las cosas del hogar son importantes”, pero, en ningún caso, hay que perder la cabeza, ya que, “en la teoría del hogar, lo primero son las personas; nuestra casa no tiene sentido si no se pone al servicio de quienes viven en ella”.
Objetos escogidos
Este es el estilo en el que se inspira el blog de Francine Jay, conocida como Miss Minimalist quien, en su libro Menos es más (Planeta, 2016), define el minimalismo como la forma de “hacer espacio a lo que realmente importa”. Así, cada vez son más los hogares que se llenan de “objetos escogidos y no de ‘avalancha’”, afirma Zamora.
Esta fue precisamente la experiencia de Joshua Becker, el norteamericano que está detrás del blog Becoming Minimalist, en el que cuenta cómo, un día de 2008, mientras su mujer limpiaba los baños y él ordenaba el garaje, su hijo pequeño, jugaba solo en el jardín. La escena hizo saltar la alarma: “Mis pertenencias no añadían valor a mi vida, sino que restaban”, cuenta en su blog. Así, emprendió una aventura familiar que le llevó a desprenderse de todo aquello que le distraía de lo esencial. Como resultado, comprobó que tenía “más dinero, más tiempo, más energía, más libertad, menos estrés y más oportunidades para dedicarme a mis grandes pasiones”.
Hogares actualizados
Sin embargo, deshacernos de nuestras cosas no es una tarea fácil, sobre todo porque muchos de los objetos que conservamos no tienen un valor material, sino sentimental, relacionado con “la vivencia personal y subjetiva que hemos tenido”, opina Zamora; y cada miembro de la familia tiene su “mochila de objetos intocables”. Pero, lejos de ser un problema, Zamora encuentra en esta combinación de objetos prácticos y sentimentales las piezas para montar “el puzle de nuestras casas”.
No obstante, es beneficioso huir de la acumulación. El capitalismo ha conseguido crearnos necesidades que probablemente no teníamos, denuncia Jay, y, al final, terminamos rodeados de cosas que, en realidad, nos producen estrés y nos esclavizan. Esta experta del orden propone como modelo de sencillez a san Francisco de Asís, quien descubrió que “la verdadera alegría no se encuentra en los bienes materiales, sino en dar libremente a los demás”, señala.
La máxima en la que se basa el minimalismo, “Vivir mejor con menos”, no significa para todos lo mismo. El minimalismo no consiste en tener paredes sin adornos, sino en que como explica Zamora, “nuestras casas tengan lo básico para una vida confortable, y esto, para unas personas, supone muchas cosas y para otras, pocas”.
Esto no significa que, como recomienda, no haya que hacer revisiones periódicas para ver qué es útil y qué no. Para ello, resulta interesante aplicar la fórmula de las 3R (reducir, reciclar, reutilizar), y así lograr que nuestros hogares estén “actualizados con lo imprescindible” y con lo que nos hace la vida agradable.
Artículo originalmente publicado por Revista Misión