El bestiario medieval hunde sus raíces en la mitología grecorromana
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El bestiario medieval, esa colección de criaturas que aparecen no sólo en los márgenes de los manuscritos sino en capiteles de columnas, balaustradas, mosaicos y fachadas de catedrales y basílicas a lo largo y ancho de Europa (y en más de una ocasión, también en América), es diverso y complejo.
Aunque el origen de algunas de estas criaturas es bíblico, muchas otras pueden conseguirse en textos griegos como en los de Plinio El Viejo, o en relatos épicos de la Antigüedad clásica, pero ciertamente varios escritores medievales –entre ellos Jan de Langhe, quien se considera el autor de los viajes de Sir John Mandeville– añadieron detalles a estas historias tradicionales, transformándolas y haciendo de ellas una síntesis de simbología cristiana, a ratos de alto contenido teológico, y mitología clásica o pagana.
De todas estas bestias imaginarias, algunas son más populares –y por ende, mejor conocidas- que otras. De un listado de diez monstruos medievales populares publicado por Medievalists.net, hemos seleccionado los tres que, creemos, son aquellos con los que más comúnmente nos topamos, bien en obras de arte, en catedrales o incluso en el cine.
Dragones:
En la Biblia hay pocos monstruos. Pero los pocos que hay son realmente importantes. La tradición cristiana ha entendido que el dragón –tal y como puede aparecer, por ejemplo, en el libro del Apocalipsis- es la forma última de la serpiente del libro del Génesis, y por eso se le asocia con el demonio. En el Apocalipsis de Juan se lee que, con su cola, “el dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra”.
Esta imagen influenció el bestiario medieval, que terminó asumiendo que la cola del dragón era entonces su arma más poderosa, que utilizaba para apretar y sofocar a sus presas, como las boas constrictoras. Curiosamente, algunas fuentes señalan que los enemigos mortales de los dragones son los elefantes, pero ciertamente es más común conseguir imágenes de San Jorge matando a la bestia atravesándole con una lanza.
Unicornios:
Los unicornios merecen un tratamiento especial, como el que le hemos dado en este post que hemos publicado anteriormente, en tanto han llegado convertirse en una síntesis iconográfica de varios principios de la Cristología.
Sin embargo, permítasenos señalar que los primeros en hablar de la existencia del unicornio fueron algunos historiadores y naturalistas griegos, aunque algunas traducciones de la Biblia los hagan aparecer en algunos relatos del antiguo testamento, e incluso en el Salterio.
El mismo Isidoro de Sevilla escribió sobre el unicornio, en el siglo VII, describiéndolo como “una bestia de cuatro patas que tiene un solo cuerno en la frente; es muy fuerte y perfora cualquier cosa que ataca. Combate con los elefantes y los mata por heridas en el vientre. El unicornio es demasiado fuerte para ser capturado por los cazadores, pero hay un truco: si una chica virgen se coloca delante de un unicornio y ella desnuda su pecho ante la misma, toda su fiereza cesará y recostará su cabeza sobre su pecho y, una vez tranquilizado, podrá ser atrapado fácilmente”.
Cinocéfalos:
Literalmente, “cabezas de perro”, los cinocéfalos estaban asociados con cierta idea del mal, que entiende al demonio como un ser compuesto por combinaciones antropomorfas y animales. La imagen sugiere que, por causa del pecado, estos hombres perdieron parcialmente su condición humana, volviéndose medio animales.
Algunos historiadores dicen que esta clase de imágenes son patrimonio heredado de las antiguas religiones persas y egipcias; más aún, se supone que éste es el origen de las bestias multicéfalas del libro del Apocalipsis y del dragón bizantino.
Los cinocéfalos, cuentan algunas historias apócrifas, incluso se encontraron con San Pedro, quien les predicó el Evangelio, y algunas otras tradiciones cristianas orientales y africanas ortodoxas hacen de San Cristóbal, precisamente, un cinocéfalo.