Las lenguas indígenas agonizan en México; la traducción del Evangelio y la Liturgia podría ser una manera hermosa de rescatarlas
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Cuando a México llegaron los españoles, en los inicios del siglo XVI, en el vasto territorio que se conformó con la Nueva España, se hablaban poco más de 500 lenguas. Esto representó para los misioneros católicos un enorme esfuerzo de comprensión y traducción para implantar el Evangelio en el idioma que, entonces y aún ahora, se le llamaba castellano.
Evidentemente, las lenguas indígenas se fueron perdiendo durante el desarrollo de la conquista y los 300 años de la Colonia española en México (1521-1821). Los estudiosos precisan que se perdieron 153 lenguas en esos tres siglos.
A partir del México independiente, el proceso se ralentizó pero poco a poco, sobre todo a partir de la introducción de los medios de comunicación de masas, según datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, de las 364 variantes de lenguas indígenas que existen en el país, 185 no están en riesgo inmediato de extinción, 72 en peligro inmediato y 43 en alto riesgo de desaparecer.
En cuanto a idiomas (de los que surgen las variantes lingüísticas), de los 64 que están en riesgo de extinción, 51 de ellos podrían quedar en el olvido. En dos décadas, de seguir el proceso como va, México habrá perdido 80 por ciento de las lenguas indígenas que hoy se encuentran en “muy alto grado de extinción”.
La dispersión (geográfica, étnica, demográfica) es otro de los retos que enfrenta el país para conservar este tesoro de diversidad y de comprensión de relaciones con la tierra. De los 64 idiomas en muy alto riesgo de desaparecer, la mayoría cuenta con poco menos de 100 hablantes, en pequeñas comunidades donde son apenas 30 por ciento del total de la población.
“Las lenguas están amenazadas porque tienen poca presencia en los medios de comunicación y en el ciberespacio”, ha dicho el director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, Javier López Sánchez, quien ha agregado que “no han sido tomadas en cuenta” por los tres niveles de gobierno (el municipal, el estatal y el federal).
O sea, que están en el abandono, y en 20 años estarán en algún registro de la historia, como algo que fue.
Al relegarse al uso familiar y comunitario, estas lenguas y sus variantes de los antiguos dueños del lugar, han sido condenadas a desaparecer, junto con la práctica del monolingüismo y la discriminación (en México tres de cada cuatro indígenas se siente discriminado por hablar otra lengua que el español).
En este contexto, la Iglesia católica en México ha sido pionera no solamente en la comprensión y fijación –a través de diccionarios—de lenguas indígenas, sino de la traducción de los textos sagrados a diferentes lenguas mayoritarias como el náhuatl (que todavía lo hablan más de un millón y medio de personas) o el tzeltal, el otomí o el tzotzil.
La homilía del Papa Francisco en San Cristóbal de las Casas, en febrero pasado, ha motivado a la Conferencia del Episcopado Mexicano en su dimensión de pastoral indígena, a redoblar los esfuerzos para llevar el Evangelio a las lenguas vernáculas.
“Nuestros pueblos tienen derecho a leer la Biblia en su propia lengua, y a que se les celebren los sacramentos en el idioma que es propio de su cultura. Nos estamos esforzando por ser, en efecto, una Iglesia autóctona, con sacerdotes, religiosas y servidores autóctonos, y con traducciones confiables en lo doctrinal y en lo cultural”, ha dicho el actual obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi, a este respecto.