Este video de cómo la vida de una pequeña migrante se transformó por un bilbiobús es razón para reactivar esa tarjeta bibliotecaria en desuso
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Todo bibliófilo, en especial aquellos con 30 años o mayores, guarda en su memoria, en los archivos polvorientos del cerebro, un vago y cálido recuerdo de una biblioteca: la alegría de firmar tu primer carnet de biblioteca, el olor del primer libro que tomaste prestado, el bibliotecario mandando chistar, pero que también te daba la bienvenida a aquel lugar tranquilo y siempre estaba dispuesto a enseñarte algo nuevo,…
Por desgracia, hay informes que recogen que, cada año, cada vez menos estadounidenses pasan tiempo en bibliotecas, bibliobuses, bibliotecas ambulantes, etc., así que a veces se extiende la sensación de que las bibliotecas públicas se han convertido únicamente en eso: un recuerdo difuso y preciado. Sin embargo, no deberíamos darlas por perdidas todavía.
Por mucha potencia que nos ofrezcan los motores de búsqueda en internet, los estudios indican que en realidad Google no es capaz de sustituir todo lo que las bibliotecas físicas pueden brindarnos.
Por otro lado, el periódico Los Angeles Times informó de una sorprendente estadística según la cual los millennials leen libros impresos a un ritmo ligeramente mayor que el de generaciones anteriores.
Además, las bibliotecas de hoy en día ofrecen muchísimo al mundo moderno: acceso a ordenadores, educación en formato de clases, alquiler de películas, conferencias con ponentes de relevancia, reuniones públicas, muestras de arte, eventos sociales, programas de formación básica para inmigrantes, y mucho más.
Estos recursos las convierten en el sustento educacional esencial de muchas comunidades (ten en cuenta que solo el 67% de los estadounidenses tiene banda ancha en casa, así que recurren a las bibliotecas para sus necesidades de internet no móvil).
Pero las bibliotecas son mucho más que toda esta amplia y crucial oferta: son lugares idóneos para la reflexión tranquila, para el autodescubrimiento y para el apuntalamiento de un alma sosegada.
Las estanterías donde se amontona el conocimiento no sólo suministran educación a comunidades enteras, sino que también inspiran a los individuos. Y esto es algo importante que nuestras comunidades debieran recordar.
Basta con ver el ejemplo de este vídeo de StoryCorps sobre Storm Reyes, una mujer india nativa americana del estado de Washington.
Esta bibliotecaria de carrera se crió como hija de migrantes pobres que trabajaban cobrando una miseria y que no podían tener libros propios porque eran demasiado pesados para ir transportándolos constantemente de cultivo en cultivo.
No obstante, según nos cuenta la misma Reyes, su vida cambió para siempre cuando, con ocho años, llegó un bibliobús para visitar los campos donde trabajaban sus padres y ella.
El bibliobús de inmediato se convirtió en su refugio y le ayudó a encontrar el valor para salir adelante y buscar una vida diferente.
Sin sus libros, tal vez Reyes hubiera tenido demasiado miedo como para buscar una educación lejos del hogar, o como para querer un camino vital diferente. Pero el conocimiento que encontró en los libros la fortalecieron: “Cuanto más sabes de un tema, menos miedo le tendrás”, dice.
Esta es solo una historia entre tantísimas otras que nos recuerdan la razón por la que tienen que sobrevivir las bibliotecas y por qué los bibliobuses y las bibliotecas móviles son una causa noble: no únicamente por los recursos modernos que ofrecen, sino por su propósito tradicional, el propósito de ser lugares donde las personas se encuentren a sí mismas.
Es necesario disponer de un lugar tranquilo entre tanta charla y tanto alboroto, para estudiar, reflexionar, soñar y planificar. Ahí está lo especial, por no decir sagrado, de las bibliotecas, tanto para niños como para adultos.
A principios de este octubre, la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA) celebraba los 140 años de su fundación. Les deseamos al menos 140 años más para que puedan mantener las bibliotecas entre nosotros, para que sigan inspirando y empoderando a nuevas generaciones de niños para que comiencen sus propias historias en la vida.