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Un método para gestionar el sufrimiento y no tener miedo de mirarse dentro

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Fabrizio Centofanti - publicado el 26/10/16
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Integrar la sombra es el principio de la sanación

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El punto más difícil de nuestro crecimiento es saldar el sufrimiento del pasado. Las experiencias dolorosas surgen nuevamente sólo en el silencio, en un contacto personal con Jesús, pues están en general ocultas por mecanismos de defensa que impiden vivir abiertos a la realidad, cortando las alas, frenando la energía, prohibiendo degustar el don de una vida auténtica.

Frente al Rostro de Cristo, en el encuentro profundo con nuestra identidad, surgen episodios que hemos quitado y que han producido efectos inconscientes, volviéndonos víctimas de una tristeza aparentemente inmotivada.

Es como si un veneno se introdujera a hurtadillas en la sangre sin darnos cuenta, impidiéndonos tomar las contramedidas más adecuadas para neutralizarlo.

Muchas personas viven así: envenenadas por las sustancias tóxicas del propio pasado no reconocido, y por lo tanto sin elaborar.

¿Qué hacer? El método es siempre el mismo: en la meditación-oración silenciosa, frente a una imagen de Cristo, dejamos surgir las experiencias dolorosas, las ponemos en contacto con el Espíritu Santo, permitimos que les transmita un nuevo sentido, una perspectiva diferente, en la que nos “sentimos” a nosotros mismos y a quien nos ha herido bajo el aspecto de la ternura y el perdón.

Constatando que el Señor se sirve también de los problemas para llevarnos a donde quiere, para hacernos “caer” en su dimensión de amor, llegando a aceptar el pasado, y volviéndolo un punto fuerte de nuestra identidad.

Habremos integrado la sombra, operación que para Jung es el principio de la verdadera sanación. No tendremos ya miedo a mirarnos por dentro, a escuchar a nuestro corazón, que estará aliado a nuestra fe.

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