Sigo soltera pero ahora soy feliz
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Hay un tiempo en la vida de cada persona, cuando no tenemos junto a nosotros a ningún ser especial. Para algunos es un estado de transición, por poco tiempo. Sin embargo, yo pertenezco a un grupo de personas que son singles de forma permanente. Aquí la soledad se cuenta en años.
Esperando a aquel hombre especial. Nerviosos cruces de miradas al azar en la calle, con la esperanza de que quizás brille la chispa del amor. Mordiendo los labios en la boda de una amiga. Llorando por las noches abrazada a una almohada, con el patético pensamiento “¿por qué estoy sola..?!” ¿Suena familiar? Desde que recuerdo, la queja formaba parte habitual del programa de mi vida.
Yo era la reina de la autocompasión, con un talento excepcional para compararme negativamente con los demás. Incluso, encontraba en ello una cierta dosis de placer. Sin embargo, no me daba cuenta de que con este tipo de pensamiento no se puede jugar.
La queja se convirtió en un hábito.Mi cerebro buscaba automáticamente razones para lamentarse, incluso en momentos de placer. Comiendo chocolate, pensaba “qué gorda estoy”; estando en una fiesta pensaba “soy la que peor aspecto tiene”; cantando en el coro, “soy la que más falsea.”
Pasó un año (y yo todavía estaba sin pareja), y seguían sonando en mi cabeza una vez más los estribillos tóxicos: “siempre estaré sola”, “no encontraré a nadie”,…
Estaba tumbada en el fondo de un agujero negro, que yo misma cavé durante años, día tras día. No tenía fuerzas para nada. Apagué en mí toda esperanza. No creo que haga falta escribir que no era agradable. Sabéis que no lo es.
Hoy en día, después de aquel tiempo de haber tocado fondo, que fue muy doloroso, no queda rastro. Estoy feliz, aunque aún sigo soltera. ¿Qué ha cambiado? Tomé una decisión: renuncio el ejercicio de la auto-compasión y elijo el ejercicio del agradecimiento.
Por la noche, escribí en una hoja de papel en mayúsculas: “GRATITUD” y enumeré por qué cosas estaba agradecida: “por un techo sobre mi cabeza, por poder disfrutar del aire fresco, por la amabilidad de las personas que veré el día de hoy, por el placer de recoger frambuesas…”. ¡Había más de 100 razones como esas! ¿Cómo es posible? El autor del Salmo 63 escribió que el alma puede estar sedienta y seca. Mi alma estaba al parecer totalmente agotada, ya que necesitaba de tanto agradecimiento.
Si alguno de vosotros se siente agotado, si desde la mañana en la cabeza de alguien circula el pensamiento de que siempre va a estar solo, y esto es tan triste, doloroso y aterrador, que escriba las cosas por las cuales está agradecido.
Ahora mismo. Basta con seleccionar 5 razones. Tengo ropa que ponerme, puedo utilizar Internet, el desayuno estaba delicioso, es verano, tengo ante mí otro día de mi vida. Sólo son unos ejemplos. Vale la pena escribir tus propias razones para estar agradecido. Y luego, echar un vistazo a los sentimientos –los de la queja y los del agradecimiento- y elegir lo que es mejor para uno mismo.
Yo elijo el agradecimiento. No para siempre, sólo por un día, por hoy. Hace 3 años la gratitud abrió mi corazón y los ojos.
Comprendí: no es cierto que esté sola. Visualicé a mi familia, amigos, conocidos, vecinos, residentes de la ciudad donde vivo, a los que encuentro en el autobús, en una tienda, en el carril bici. Me di cuenta de que en mi entorno hay personas interesantes a las que no veía antes. La gratitud hace que no tenga miedo a estar sola. La gratitud hace que no me sienta sola.
La gratitud hace que no me sienta triste. No estoy llorando todos los días en la almohada y no me muero de añoranza. Salgo de la egocéntrica ilusión de la soledad y vivo el presente. El mundo real está lleno de personas estupendas que quieren conocerme a mí, quieren conocerte a ti. Quizás por más tiempo, o tal vez para sólo oír hablar del agradecimiento y ser capaz de salir de su propio agujero negro.