“Me provocó una impresión sagrada”
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El día que la fotógrafa Rivka Singer conoció a Grace fue para la foto de la clase de parvulario. Aquel día vivió dos grandes primicias. No era solo la primera vez que fotografiaba a un niño portador de trisomía 21, sino que también era la primera vez que conocía a uno. Este encuentro cambió la vida de la fotógrafa y le dio la idea para este proyecto que, desde entonces, ha conmovido a todos los que la siguen en Facebook y en Instagram.
“Grace, los ojos que miran”
“Fotografiar a Grace me provocó una impresión sagrada”, recuerda. “Era linda, dulce y encantadora”.
Pero fueron las palabras que empleaba la maestra para dirigirse a Grace las que sirvieron de auténtico desencadenante para este proyecto. “La maestra de Grace interactuaba con ella durante la sesión de fotos y le decía: ‘Grace, los ojos que miran’. Estas palabras arraigaron en mi alma y empezó a germinar la idea del proyecto, Los ojos que miran.
Nuestros ojos nos permiten ver el mundo, por supuesto, pero también encontrar en él nuestro lugar y entrar en contacto con los demás. Mientras la maestra animaba a Grace a hacer el experimento de una sesión de fotos conmigo, yo me decía: “Este es el título perfecto para un proyecto destinado a arrojar luz sobre estos seres fabulosos”.
El nacimiento del proyecto Los ojos que miran
Y este es precisamente el objetivo del proyecto Looking eyes, ‘los ojos que miran’. Todas las fotos de Rivka Singer están impregnadas de una riqueza y una intensidad que contagian alegría y nos dan ganas de sonreír junto a los protagonistas. Pero esta riqueza y esta intensidad no tienen como única función la de transmitir alegría: remiten a la idea de que los niños con trisomía no “valen menos que los demás”, ni son “extraños”. Tampoco son mejores (más angelicales, por ejemplo) ni peores. Estos niños que resultan estar afectados por la trisomía 21 son “bellas personas”, como dice Rivka Singer, y pueden ser tan cautivadores, divertidos y maliciosos como cualquier otro niño.
Sin embargo, las personas no reaccionan todas de la misma forma al descubrir su proyecto. “Escucho todo tipo de reacciones y comentarios, desde “¡qué inspirador!” hasta “¡pobrecitos padres…!”. La fotógrafa entiende este tipo de comentarios, ya que a menudo tenemos falsos prejuicios en relación a los niños con trisomía.
“Existen muchos problemas asociados a los niños con discapacidades, ya se trate de la trisomía o de otra cosa. Lo que busco mostrar a través de mis imágenes es que todos los niños tienen las mismas necesidades. Tienen necesidad de ser amados por quienes son, y lo que es más importante aún, ser aceptados tal y como son. Todos los niños, discapacitados o no, quieren reír, que les hagan cosquillas, hacer el ganso y demostrar su auténtica valía. Cuando un niño se siente “visto” de verdad y se siente comprendido, sus ojos brillan de alegría y su rostro se ilumina con una sonrisa”.
Una transformación personal
Rivka Singer afirma que el hecho de fotografiar a estos niños la ha marcado mucho en el plano personal, al igual que el haber escuchado a sus padres contar sus historias.
“Estaba muy feliz de haber conocido a todas estas familias. Muchos me hablaron sobre los diferentes tratamientos, las citas médicas, las sesiones con especialistas (…). Otros me confiaron sus elecciones en materia de educación, integración en el seno del sistema educativo público. A pesar de las dificultades, todas estas familias aman profundamente a sus hijos, incluso los adoran, y se sienten agradecidas porque los niños formen parte de su familia y que les recuerden todos los días que la vida es un regalo”.
Rivka Singer espera que este proyecto “inspire a padres y educadores para que ayuden a los niños a ver hasta qué punto pueden ser hermosas las diferencias entre los individuos. El objetivo es mostrar a nuestros hijos que a todos los niños les gusta reír, hacer el tonto y que todos quieren ser amados y aceptados por quienes son”.
“Mientras nuestro mundo se llena de odio, es nuestra responsabilidad enseñar a nuestros hijos a aceptarse unos a otros. Yo misma he mostrado las fotos a mis tres hijos (de 2, 5 y 6 años) y les he preguntado qué pensaban de ellas, qué pensaban de los niños y de las familias que veían. Por sorprendente que pueda parecer, no vieron a los niños diferentes de ellos o de los niños discapacitados. Me destacaron que había un niño riendo. Vieron que unos hermanos y hermanas tenían las mejillas aplastadas mientras se abrazaban. Vieron la belleza de los ojos de una pequeña. Todavía son lo bastante jóvenes como para considerar que todos los niños son hermosos. Es mi papel como madre hacer lo necesario para que conserven durante el mayor tiempo posible esta inocencia fruto de su juventud”.