No es tan lejano: los científicos auguran producir seres humanos sin las “molestias del embarazo”Al hablar de “producir seres humanos” no estamos recordando la lectura de Un Mundo Feliz, la novela que se convirtió en el gran clásico de la manipulación genética (una de las bases del transhumanismo), sino de una realidad cada vez más cercana y avalada por científicos de reconocido prestigio.
Según estos expertos, los seres humanos seremos encargados y procesados, hechos a medida, producidos… dígalo usted como quiera. Y no en mucho tiempo, sino en muy poco.
Esta convicción es compartida por gran parte de la comunidad científica y se repite constantemente, y con tono de éxito y alegría, desde los centros de innovación llamados a ser referentes del futuro.
Es el caso de la Singularity University, una revolucionaria universidad creada por un conglomerado de empresas y entidades (Google y la NASA entre ellas) y cuyo campus central se localiza en el mismísimo Silicon Valley, aunque sus tentáculos cruzan el mundo entero.
Uno de los profesores más famosos de dicha universidad, el profesor venezolano proveniente del Instituto Tecnológico de Massachusetts José Luis Cordeiro, señala una fecha lleno de convencimiento: en el año 2029, afirma, las máquinas tendrán una inteligencia que será indistinguible de la del ser humano, y a partir de ese momento podremos fusionarnos completamente con ellas para iniciar un nuevo evento cósmico: habrá llegado el fin de la evolución biológica y comenzará la evolución tecnológica.
Tengan o no razón estas predicciones, y aunque se trate de exageraciones que sólo pretendan lograr cierto efecto mediático, lo cierto es que contamos ya, en la actualidad, con la posibilidad de utilizar la tecnología para provocar modificaciones en el genoma de los futuros niños.
Incluso aparece ante nosotros la posibilidad de hacerlo a través de una aplicación para nuestro móvil o celular. Vamos, que se encarga el bebé en una tienda de internet, seleccionando las características que nos interesen, y llegado el momento lo recogemos o, tal vez, hasta nos lo traen a casa. La cigüeña virtual, podríamos llamarlo.
Así lo ha concebido Martín Varsavsky, un argentino que se atreve a afirmar que la práctica del sexo no es la mejor forma de tener hijos, sino una costumbre del pasado que debería reservarse únicamente para el disfrute del placer. Cordeiro le corrige afirmando que será mejor practicar el sexo con robots, algo que (opina él) “será más dinámico, más limpio y hasta más ecológico” (lo de ecológico vendrá porque llevarán pilas recargables, digo yo).
Varsavsky ya ha tenido siete hijos a través de la fecundación artificial y ahora ha decidido tomar cartas en el asunto y desarrollar una dinámica tecnológica que haga innecesario pasar por un embarazo para tener descendencia, a través de “un proceso controlado, más seguro y menos traumático”.
El resultado es Prelude, una empresa que prepara todos los pasos, los realiza con garantías y guarda los embriones congelados resultantes hasta que decidas que ha llegado el momento de que se desarrollen. Todo por 200 euros mensuales. Un módico precio, piensa Varsavzky, si con ello se evitan todas las molestias asociadas al embarazo.
Tal vez llegue un momento en el que los únicos niños que nazcan de úteros maternos sean los de familias cristianas o, como anuncia un amigo mío para mayor asombro del personal, que sólo nosotros practiquemos el sexo con otros miembros de la misma especie.