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Para muchas personas, el periodo navideño es muy complicado. No hablo de almas desdichadas que tienen buenos motivos para estar tristes – la pérdida de personas queridas, la salud delicada, la soledad -, sino de aquellos que se sienten tristes cuando la Navidad no les ofrece toda la gratificación personal que estaban buscando. Definen a lo que sienten “tristeza navideña”.
Hay un episodio contado por santa Teresa de Lisieux, en donde ella habla sobre este tema, en su espléndida autobiografía Historia de un Alma, sucedido la mañana de Navidad de 1886, cuando Teresa tenía casi 13 años.
Una navidad llena de tradiciones
Su familia tenía una tradición para la vigilia de Navidad. Ponían los zapatos de los niños frente a la chimenea, y cuando se volvía de la misa de medianoche, los zapatos estaban llenos de regalos. Aquella Navidad, sin embargo, el padre de Teresa estaba enojado por algo, y ella le escuchó decir sobre la historia de los zapatos: “Gracias a Dios es la última vez que hacemos algo por el estilo”.
Teresa era una muchacha buena, pero como admite ella misma, era también extremadamente sensible. Explotaba a menudo en llanto, y cuando se le decía que parara, lloraba aún más. Las palabras del padre la hirieron mucho. Cuando subió para quitarse el sombrero, la hermana mayor, Céline, comprendiendo la situación, le dijo: “No bajes. Tomar los regalos de tus zapatos te pondrá aún peor”.
Sin embargo, escribe: “Teresa ya no era la misma muchacha. Jesús la había cambiado. Habiéndome calmado del llanto, bajé y tomé mis zapatos. Saqué mis regalos mostrando gran alegría. Papá rió y Céline pensó que estaba soñando… El amor llenaba mi corazón, me había olvidado de mí misma y, por lo tanto, era feliz”.
¿Qué había sucedido? Teresa dice simplemente que había recibido “la gracia de salir de la infancia”.
Recordar el verdadero valor de la Navidad
La mayor parte de nosotros no somos santos como Teresa de Lisieux, pero algunos han tenido experiencias no muy distintas de la suya. Un hombre, devoto a la celebración de la Navidad, escribió:
“De niño pensaba en Navidad como en una ocasión para obtener cosas. Mis padres me lo habían enseñado sin querer. No habían crecido ambos en familias pudientes, y los regalos que se daban en Navidad cuando ellos eran niños eran muy pocos”.
Menciona que para él significaba este festejo, "la acumulación de cosas", un día en el que solo se tenía que pensar en los regalos que se intercambiaban entre los seres queridos. Sin embargo, hubo un año en el que su hija llevaba varios días enferma, pero justo el día de la Navidad, empeoró.
Decidió llevarla a urgencias. Un doctor le comentó que había descubierto que tenia un diente infectado, le dieron medicina y el alta del hospital. En poco tiempo regresaron a casa. El menciona que esta experiencia le enseñó el valor de este día.
"Ese año mi Navidad fue esa. En lugar de buscar sentirme mejor concentrándome en el intercambio de regalos, pasé el día buscando ayudar a alguien. Y ¿sabes algo? Fue bello. Fue una lección que no he olvidado".
Como habría dicho santa Teresita, olvidarse de sí curó su tristeza navideña.
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Russel Shaw es autor y coautor de 21 libros y numerosos artículos y críticas. Es miembro del cuerpo docente de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma y ex secretario de Asuntos Públicos de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos.