El cineasta americano cuenta a los jesuitas su “obsesión” por la dimensión espiritual de la vida
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Una entrevista elaborada en ocho meses, a imagen del “largo proceso de gestación” que la película Silencio ha exigido de Martin Scorsese para aventurarse en su realización. Hacía 20 años que soñaba con la película, y hoy, al verla preparada, lista para estrenarse en las pantallas, después de 8 meses de rodaje, “todo se conecta en mi memoria y forma como una especie de peregrinaje”, confía en una entrevista al director de la revista italiana La Civiltà Cattolica, el sacerdote Antonio Spadaro.
En esta entrevista, el director estadounidense desnuda su vida “compleja y contradictoria”, según admite, dedicada a “aprender y observar”, pero sobre todo a buscar esta “gracia” que le permitiría ver las cosas “de cierta forma, de una manera diferente”.
Silencio es una adaptación de la novela histórica epónima de 1966 del escritor japonés Shusaku Endo. El pasado 30 de noviembre se proyectó la película en el Vaticano ante la presencia de 300 jesuitas.
El filme cuenta la historia de dos jesuitas portugueses del siglo XVII (el padre Sebastião Rodrigues, interpretado por Andrew Garfield, y el padre Francisco Garupe, encarnado por Adam Driver) que parten a Japón para investigar la desaparición de su superior, el padre Cristóvão Ferreira (interpretado por Liam Neeson), que abjuró bajo tortura durante la gran persecución de 1614, iniciada por el clan Tokugawa. Durante las pesquisas, su fe habrá de enfrentarse a las peores pruebas.
En la larga entrevista para los jesuitas italianos de La Civiltà Cattolica, publicada en su totalidad (22 páginas), Martin Scorsese se adentra en un examen de conciencia que revela “una pasión”, según describe su interlocutor, “fundamental” para comprender la película, que se estrenará el 23 de diciembre en Estados Unidos, el 12 de enero en Italia y el 5 de enero en España.
La génesis de la película
“Me entregaron la novela de Shusako Endo en 1988. Terminé de leerla en 1989, después de completar mis escenas interpretando a Van Gogh en Sueños, del Akira Kurosawa. No sabría decir si estaba interesado o no realmente en hacer la película en aquel momento. La historia era muy inquietante, me tocaba tan hondo en mi interior que no sabía si sería capaz de intentar abordarla siquiera“.
“La novela de Endo, la historia, fue para mí como un estímulo para reflexionar sobre la fe, sobre la vida y sobre cómo vivirla, sobre la gracia y sobre cómo se recibe (…). El proceso fue muy largo –19 años para ser exactos– con muchas paradas y comienzos. Al mirar atrás, creo que este largo proceso de gestación se ha convertido en una forma de vivir con la historia, de vivir la vida –mi propia vida– alrededor de ella. Alrededor de las ideas del libro. Y estas ideas me incitaron a reflexionar más profundamente sobre la cuestión de la fe. Vuelvo la vista atrás y veo que todo se conecta en mi memoria y forma como una especie de peregrinaje”.
“He recibido la gracia de haber podido realizar esta película ahora, en este punto de mi vida; todavía me parece increíble”, añade.
El director reconoce estar “obsesionado” con la dimensión espiritual de la vida y por todo lo que atañe a la naturaleza del ser humano.
Sus fuentes de inspiración
Martin Scorsese afirma haberse inspirado en escritores como Jacques Lusseyran (miembro de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, ciego desde los 8 años), o Dietrich Bonhoeffer, Elie Wiesel y Primo Levi, más que con Georges Bernanos, a quien encuentra “demasiado duro, demasiado implacablemente áspero”. Por el contrario, en Shusaku Endu no ve más que “ternura y compasión”.
En el cine, sus obras fetiche son Europa ’51 y Francisco, juglar de Dios, ambas del neorrealista Roberto Rossellini, y de la última precisa que para él es “la más bella película que jamás haya visto sobre un santo”. Y sobre Cristo, la película El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini.
Para su película Silencio, el cineasta pensó en el rostro de Jesús pintado por El Greco, un rostro “más compasivo” que el que pintara Piero della Francesca. El rostro de Cristo siempre ha sido una fuente de “alivio y alegría” para el director.
“De joven, tuve la suerte extraordinaria de conocer a un cura espléndido, el padre Principe. Aprendí muchísimo de él, incluyendo la misericordia hacia uno mismo y hacia los demás”, explica Scorsese. En la compasión, añade, “es esencial la negación de uno mismo”.
Los personajes
“Creo que el personaje más fascinante e intrigante de todos en la película es Kichijiro. A veces, durante el rodaje, pensaba: ‘Quizás también es Jesús’. En Mateo, Jesús dice: ‘Todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí’. Te cruzas con esta persona por la calle que te repugna: es Jesús”.
“Por supuesto, Kichijiro debilita constantemente y provoca constantemente daño en sí mismo y a muchos otros, su familia inclusive. Pero luego, al final, ¿quién está junto a Rodrigues? Kichijiro. Él fue, según se descubre, el gran maestro de Rodrigues. Su mentor. Su gurú, por así decirlo. Por eso Rodrigues le da las gracias al final. (…) Kichijiro recuerda a Johnny Boy en [la película, también de Scorsese] Malas calles (…). Johnny Boy y Kichijiro me fascinan. Se convierten en el escenario de la destrucción o de la salvación”.
El padre Rodrigues, uno de los dos misioneros que parte a investigar, es el que se pregunta a lo largo de toda la película por qué Dios permanece en silencio mientras sufren sus hijos, y quien se plantea también dudas sobre la vocación.
Cuando Martin Scorsese era más joven, pensó en hacer una película sobre la figura del sacerdote, sobre la vocación sacerdotal: “Yo mismo quise seguir los pasos del padre Principe, por así decirlo, y hacerme sacerdote”, afirma en la entrevista.
La vocación es una duda que le acompaña desde que tenía 15 años: “La vocación es algo muy especial que no puede adquirirse, no puedes tener vocación sólo por querer ser como alguien. Hay que tener una vocación auténtica. Pero, si se siente una verdadera vocación, ¿cómo hacer para afrontar el orgullo propio?”.
“Si eres capaz de llevar a cabo un rito donde se produce la transubstanciación, de acuerdo, eres alguien especial. Sin embargo, también te hace falta otra cosa. Basándome en lo que he visto y experimentado, un buen sacerdote, además de tener este talento, esta capacidad, debe siempre pensar primero en sus feligreses. Así que la cuestión es: ¿cómo hace este sacerdote para sobrepasar su propio ego, su orgullo?”.
El cineasta quería hacer una película sobre este tema, pero comprende que con Silencio, casi 60 años más tarde, le basta. Rodrigues se enfrenta directamente a estas cuestiones.
Su sentido de lo sagrado
Martin Scorsese desarrolló un sentido de lo sagrado ya en su infancia, cuando era monaguillo, y este sentido de lo sacro siempre ha querido traducirlo al ámbito de la ficción. Silencio no escapa a la norma.
Según cuenta, “cuando era joven (…) al salir a la calle después de misa, me preguntaba ¿cómo puede seguir la vida su curso tal cual? ¿Por qué no ha cambiado nada? ¿Por qué el mundo no se ve directamente afectado por la sangre y el cuerpo de Cristo? De esta forma experimenté la presencia de Dios siendo muy joven”.
Más tarde, este sentido de lo sagrado se volvería más místico: “En el nacimiento de mi hija Francesca (…) me pusieron ese bultito pequeño que era mi hija en mis manos. Miraba su rostro y ella abrió los ojos. Todo cambió en un instante. Aquello me hace pensar en un pasaje de la novela de Marilynne Robinson, Gilead, que leí durante el rodaje de Silencio”.
“El reverendo moribundo describe la maravilla que sintió cuando vio la cara de su hija por primera vez. ‘Ahora que estoy a punto de abandonar este mundo’, dice, ‘me doy cuenta de que no hay nada más extraordinario que un rostro humano. Es algo que tiene que ver con la Encarnación. Cuando ves a un niño y lo sostienes en brazos sientes esa responsabilidad para con él. Todo rostro humano exige algo de ti, puesto que no puedes evitar comprender su singularidad, su valor y su soledad. Y esto es todavía más cierto con el rostro de un recién nacido. Esta experiencia fue para mí como una visión, tan mística como cualquier otra’. Puedo decir por experiencia personal que eso es absolutamente cierto”.
La violencia de las escenas
A las preguntas sobre la violencia –física y psicológica– de ciertas escenas, Martin Scorsese responde: “Significa el mirarnos de cerca, el ver el bien y el mal en nosotros”. (…) “Y hoy en día la violencia está presente. Es algo que nos hacemos. Mostrarlo es importante. De esta forma no cometemos el error de pensar que la violencia solo está en los demás, en las personas violentas”.
El pensar que “por supuesto, yo nunca podría hacer algo así. Pues la realidad es que sí podrías. ¡No lo neguemos! Y luego hay personas que se conmocionan con su propia violencia, o que se entusiasman con ella. Es una verdadera forma de expresión en situaciones desesperadas, y no tiene nada de divertido. Algunos dicen que Uno de los nuestros es una película divertida. Las personas son divertidas, no la violencia”.
Sus encuentros
Para realizar Silencio, el cineasta estadounidense se ha rodeado de colaboradores expertos –nada menos que de jesuitas de verdad– para “evitar errores ingenuos, errores de puesta en escena, errores en el comportamiento de cada personaje”, asegura Scorsese en una entrevista para L’Osservatore Romano.
Durante la producción, confirma al padre Spadaro que el grupo contó con el apoyo y el ánimo de muchos sacerdotes. Dos sacerdotes jesuitas en particular le han ayudado con la investigación histórica: David Collins de la Georgetown University, y Shinzo Kawamura, de la Sophia University.
En 2009, durante una visita al memorial de los 26 mártires cristianos en Nagasaki, también tuvo “la suerte” de reunirse con el jesuita argentino Renzo De Luca, que le facilitó el pergamino de “Nuestra Señora de las nieves” que vemos en la película. Suerte también fue la de encontrar al traductor de la obra de Shusaku Endo al inglés, que le proporcionó una línea directa con Endo.
Otro historiador de renombre ha participado también en la aventura cinematográfica de Martin Scorsese: Liam Brockey, autor de escritos sobre la historia de los misioneros del siglo XVII y sobre su presencia en Asia. Y tantos otros citados en la entrevista íntegra.