¿Eres de los que tira a la basura las postales navideñas al terminar las fiestas? ¡Espera!
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Volver a guardar las decoraciones de Navidad siempre me parece uno de los momentos más deprimentes del año. Es duro dejar atrás la Navidad. Pero no me entendáis mal, no me refiero a despachar rápidamente el verdadero significado de la Navidad, esto es, que el Salvador ha llegado y que vivimos cada día en la historia de su vida y salvación. De lo que hablo es de la inminente y triste tarea de recoger las figuras del portal y apagar las lucecillas parpadeantes. Y por supuesto, mi “favorita”: limpiar treinta kilos de agujas de pino, serrín y espumillón acumulados en el suelo.
El primer aspecto que tendré que asumir, en la triste realidad de que “ya no es Navidad”, es que ya no tengo motivos para esperar con entusiasmo el correo. Ya no puedo recibir con saltos de alegría la llegada del cartero, que hasta ahora me traía noticias y felicitaciones de amigos lejanos. De un día para otro, mi buzón ha vuelto a ser un dispensador de interminables sobres blancos, escuetos, tamaño estándar, con facturas u ofertas de bancos en su interior.
Las tarjetas de felicitación navideñas son uno de mis aspectos favoritos de estas fiestas, aunque siempre surge la duda de qué hacer con ellas una vez que la decoración ya ha vuelto a sus cajas. Las tarjetas han ido cambiando con los años. Ahora hay imágenes grandes de todo tipo con sonrientes retratos familiares: hermosos recordatorios de esta bendición de vida que tengo. Cada tarjeta me recuerda que pertenezco a una comunidad cariñosa y es una invitación a dar las gracias a Dios por haberme regalado su presencia. No me parece correcto deshacerme de las tarjetas.
Por eso no lo hago. Así que todos los años pongo las tarjetas en una caja de zapatos y las almaceno junto con mis otros tesoros navideños. (Buenas noticias para los que me envían tarjetas con fotos familiares. Si encuentro la caja correcta, os puedo enseñar exactamente cuál era el aspecto de vuestra familia en 2005).
Sin embargo, este año he tenido una pequeña epifanía. Os explico; yo mando y recibo muchas tarjetas de Navidad. Todos los que están en mi lista —un conjunto ecléctico y siempre creciente— han llegado a la lista por una razón. Así que una vez al año me gusta destacar cuánto significan para mí enviándole a cada uno una tarjeta en la que prometo mis diligentes oraciones. Y sin embargo, ¿acaso no merecen todos y cada uno de ellos algo más que un fugaz deseo navideño, por muy sincero y bueno que sea?
Así que estas Navidades he decidido que mis tarjetas no van a quedar recluidas en el sótano. Voy a hacer que todas esas caras sonrientes me acompañen durante todo el año para que me recuerden mi compromiso de rezar por todas ellas y por las intenciones de sus familias. Es más, os invito a que hagáis lo mismo.
¿Que cómo? Bueno, aquí tenéis cinco formas que os permitirán usar vuestras tarjetas de Navidad para rezar por vuestra familia y amigos a lo largo del año.
1) Guarda las tarjetas en una cajita y extrae una a la hora de cenar, para convertir al remitente en tu “invitado” espiritual a la cena. Después de bendecir la mesa, reza por los propósitos de esa familia.
2) Extrae una tarjeta todos los domingos (si es demasiado, cíñete al primer domingo de cada mes) y escribe una notita a esa persona donde le hagas saber cuánto significa para ti y donde le ofrezcas tus oraciones.
3) Planifica una visita a un santuario o a una basílica y lleva contigo las tarjetas. Mientras estés allí, repasa todas las tarjetas y reza por cada uno de los miembros de las familias. Incluye esta información (“Recé por ti y por tu familia en…”) en tu próxima tarjeta a esta familia en 2017.
4) Separa las tarjetas en 12 montones diferentes, uno por cada mes del año. Comprométete a rezar por esas familias y sus propósitos durante el mes designado.
5) ¡Olvídate de las convenciones y mantén a la vista tus tarjetas! Una amiga mía, por ejemplo, pone todas sus tarjetas en la puerta del frigorífico. Hay otra que las guarda bajo el cristal transparente de una mesa. Utiliza esta galería de tarjetas como un muro de oración y reza todos los días por el bien de las familias de tu exposición.