No podemos agradar a todos pero estamos llamados a ser fuentes de paz y alegría
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WhatsApp, Facebook e Instagram fueron creados para que pudiéramos compartir información y comunicarnos con personas que nos interesan pero que no están cerca de nosotros; así podemos mandar mensajes, y compartir historias y fotografías con quienes no están a nuestro lado. Las cosas que compartimos pueden ser calificadas por nuestros amigos con un Me gusta. Así podemos saber cuánta gente vio lo que subimos, y seamos sinceros: a todos nos gusta recibir Me gusta, muchos Me gusta.
Recibir un Me gusta en redes sociales es relativamente fácil: subes una fotografía, la ven tus amigos y familiares y le dan Me gusta sin pensarlo mucho. Las cosas que llaman más la atención reciben más Me gusta y se vuelven virales: más gente las ve, más gente las comparte y se transmiten como si fueran un virus.
Compartir algo no tiene complicación alguna: simplemente eliges una fotografía en la que te gusta cómo te ves (y descartas las otras muchas que tomaste), la subes a tus redes sociales, te olvidas de ello (si puedes) por un par de horas, y cuando vuelves ya tienes varios Me gusta.
La ventaja y el problema de las fotografías y los vídeos es que son estáticos, porque mientras la gente los ve tú no tienes que escuchar, no tienes que poner atención, no tienes que responder, ni te cansas de sonreír. Ese Me gusta está bien, pero es el más barato de todos.
El verdadero Me gusta es el Me gusta del encuentro. Ése es mucho más valioso; es el que se gana en la vida real, en las conversaciones diarias, en el mutuo intercambio en el que no hay tiempo para elegir una cara de entre 10 posibles: tienes que sonreír y ser amable de principio a fin; y eso en ocasiones sí puede ser cansado.
Ese deseo por obtener un Me gusta debe mantenerse durante todo el tiempo con la otra persona, quien por cierto, también está buscando un Me gusta.
Ahí no basta con sonreír al inicio de una conversación, no basta ser amable por un momento, porque en el encuentro con quienes te rodean tu actitud no se suspende en una imagen ni queda dentro de un guión de video que tú ya conoces; en la vida real tu rostro expresa inmediatamente lo que llevas dentro, y todo lo que quisieras llevar dentro.
Espero no convertirme en un buscador de los Me gusta de la gente de fuera y lejos sin primero luchar con avidez y sinceridad por los Me gusta de la gente que está a mi alrededor, de los más cercanos: mis hermanos, mis papás, mis compañeros de trabajo. En esas relaciones es donde me doy cuenta de quién soy verdaderamente.
Es cierto que no podemos agradar a todos, ni debemos intentarlo falsamente. Pero creo que todos estamos llamados a ser fuentes de paz, de alegría y de esperanza. Esos Me gusta no quedan registrados en ningún lado… o tal vez, sólo en el corazón de quienes nos conocen.
No digo que renunciemos a las redes sociales, no. Pero que nuestro esfuerzo por conseguir un Me gusta no se quede ahí, que no olvidemos la belleza de contemplar e interactuar con un rostro vivo ofreciendo también nosotros lo mejor que tenemos; necesitamos al otro y el otro nos necesita.
Vivamos la vida real. Que cada mañana nos levantemos con la sincera intención de tratar a los demás de tal manera que puedan decir: Me gusta platicar contigo, Me gusta escucharte, Me gusta ser tu amigo.
Por Eduardo González Salas, LC
Artículo originalmente publicado por LC Blog