El arte de mirar la belleza de las cicatrices
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El mundo actual se caracteriza, entre otras cosas, por rendir un culto al cuerpo, en casos, desmedido. La moda impone el estilo y forma en que debemos aparecer si queremos vernos bien y ser “guapos o guapas”. Y dentro de ese marco social, rechazamos lo que es considerado “feo” o “vergonzoso”.
Puede ser el caso de las marcas o cicatrices que van apareciendo con el paso del tiempo o como resultado de heridas, caídas o accidentes. De cualquier manera, forman parte de cada persona y cada una cuenta una historia.
En Japón, hay una tradición milenaria que se dedica a reparar objetos rotos con oro y plata. Y la idea es hacer notar que el objeto ha sido reparado, de esta forma es admirado y se le considera más bello.
Cada una de nuestras cicatrices tiene una historia que contar. Y al recordar las historias podemos sonreír, llorar o emocionarnos, pues forman parte de nuestra vida.
Son únicas, y nos hacen personas más bellas, porque de ellas se aprende, se madura y se crece.
Que en lugar de querer taparlas, ocultarlas por vergüenza o censurarlas con cirugía, sean ellas mismas las que hablen de la belleza de cada historia personal.