Como dice el proverbio, “no hay caminos para la felicidad, la felicidad es el camino”
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La búsqueda de la felicidad es algo extraño. En el momento en que nos concentramos en nuestra propia realización, la felicidad se nos escurre de las manos. Y a menudo sucede que, cuando pensamos haber olvidado lo que es, una mirada atrás nos hace entender que en realidad, la felicidad siempre estaba allí.
Cuando empece a escribir este artículo, acabé muchas veces en un concepto muy común: la felicidad no se encuentra en la condición social, en la riqueza, en el poder, en seguir ciegamente los caprichos del corazón humano, en ser fiel a uno mismo ni en tomarse tiempo para uno mismo.
Pero creo que todos sabemos ya que estos puntos de vista no funcionan. Supongo que la dificultad está en el hecho de que – aunque sepamos que la felicidad no se encuentra en un sueldo de infarto, en la admiración de mis amigos o en hacer lo que yo quiero – seguimos deseando desesperadamente todas estas cosas.
Hay una gran diferencia entre conocer a nivel teórico el camino hacia la felicidad, y el recorrerlo concretamente. Por eso, el escritor Thich Nhat Hanh sostiene que “no hay caminos para la felicidad, la felicidad es el camino”.
Quizás tiene que ver con el hecho de que la felicidad no es algo que se puede aferrar, sino que se encuentra abandonándose a ella y permitiéndole que nos rodee. Esto significa que la felicidad no se encuentra cuando la buscamos directamente, sino cuando hacemos lo que podemos por compartirla con los demás.
Por tanto, con esto en mente, estas son las siete claves revolucionarias para una vida feliz:
1. Piensa antes en los demás
Este es un consejo bastante común, pero lo que quiero decir es que hay que “pensar en los demás” como personas. No como unidades políticas, grupos demográficos, dependientes o cualquier otra etiqueta que limite lo que son en cuanto que seres humanos. Cierto, todos estamos etiquetados de alguna manera, pero nadie debería ser reducido a esto. Cuando pensamos en los demás como seres humanos, sentimos más empatía hacia ellos, apreciamos la complejidad de su personalidad (incluidos los defectos), y nos olvidamos más fácilmente de nosotros mismos.
2. Acude a los funerales
Podría no ser divertido emplear alguna hora en estar con una familia en luto a la que no sabemos qué decirle. Pero, aparte del hecho de que ésta seguramente lo apreciará, los funerales representan una manera sana para desahogar las propias emociones, y ayudan a ver la vida en la perspectiva correcta. Nada dura para siempre y nuestro tiempo aquí es breve; estamos hechos para la eternidad. Recordar esto nos ayuda a no dejarnos distraer de lo que no es muy importante, por ejemplo, nuestra necesidad de ser el centro de atención.
3. Vive el hoy
Ser conscientes de la brevedad de esta vida nos ayuda a considerar su frágil belleza; pero saber que hay un mundo mejor justo detrás de la esquina nos ayuda a apreciar esta vida, no importa el tiempo que pasemos aquí. Nada de lo que ganemos aquí en la tierra sobrevivirá a la muerte, excepto nuestra alma. Cuanto más bella se hace nuestra alma por el amor, mayor será lo que nos llevemos al cielo (sobre todo si nuestro amor hace que otros puedan ir también). Personalmente, mi objetivo es el de amar esta vida y aprovecharla al máximo, pero nunca a costa de mis objetivos espirituales.
4. Busca la excelencia
Cada vez que creo haber aprendido una buena costumbre, descubro que aún lo puedo hacer mejor. Porque el alma del hombre sigue creciendo, en el transcurso de la vida. Las personas felices están contentas de lo qie son, pero saben que la búsqueda de lo “bueno” nunca es excesiva. Intentan siempre mejorarse a sí mismas, sabiendo que nadie está hecho para relajarse en lo que es. Hemos sido creados para la grandeza.
5. Sé amable con los que no son felices
Esto parece obvio, pero he notado que hay muchísimas ocasiones en las que es fácil ignorar a los demás. Como al mendigo en la esquina cerca de casa, o la parroquiana parlanchina, cuando tengo prisa. Pero el que es verdaderamente feliz quiere compartir su felicidad, sobre todo con los necesitados. Y es difícil, especialmente cuando se trata de mostrar amabilidad hacia los que en el pasado te hicieron daño.
6. No permitas que las emociones te gobiernen
Las emociones son reacciones buenas y naturales a los acontecimientos que nos rodean, pero si nos superan pueden ofuscar nuestro juicio. A menudo confundimos las motivaciones de los demás (y las nuestras), y nuestras emociones acaban por hacernos infelices cuando en realidad no deberíamos serlo. La felicidad es una condición mucho más profunda que la simple emoción. Cuando somos demasiado emotivos, es bueno pararse un momento, reflexionar sobre lo que sentimos y valorar si es necesario cambiar de perspectiva.
7. Encuentra el lado positivo
La positividad no debe ser una ingenua negación de la realidad. La negatividad a veces se considera más realista, pero puede estar tan equivocada como una positividad excesiva. El equilibrio se encuentra en el medio, en la voluntad de reconocer que ha sido un mal día pero que hay bien en todas las situaciones. Todo lo que la vida nos echa encima puede construir el carácter y acercar a las personas. Intentar enfatizar todo lo que es excelente, en vez de pararnos en lo que no está bien: así se está en el camino de la felicidad.