Lucharon mucho contra sus dificultades de comportamiento, pero perseveraron y siguieron la voluntad de Dios en medio de todo ello
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Los trastornos del espectro autista (TAE) afectan a millones de individuos en todo el mundo y cada año se diagnostican cada vez más casos en niños y adultos. Es una enfermedad caracterizada por las “dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta”.
En el pasado, las personas que presentaban estos rasgos eran altamente incomprendidas y a menudo maltratadas. Se les consideraba diferentes, extravagantes y, en casos graves, eran encerradas en instituciones mentales.
Sin embargo, con todas las dificultades que supone estar en el espectro autista, hay esperanza en que este supuesto defecto pueda ir unido a la cruz de Cristo y alzado para convertirse en gran beneficio del prójimo.
Han existido muchos santos a lo largo de los siglos que han tenido grandes dificultades de conducta pero que perseveraron y siguieron la voluntad de Dios a pesar de todo.
Con tan poca información sobre la vida de algunos santos es difícil realizar un diagnóstico fiable de autismo (de hecho, el espectro es bastante amplio y el diagnóstico ya es complejo de por sí en las mejores circunstancias), pero hay unos pocos individuos que seguramente habrían recibido un diagnostico afirmativo.
Para el propósito de este artículo, reunimos aquí a tres santos que, de haber vivido en el siglo XXI, habrían sido considerados “dentro del espectro autista”.
Siervo de Dios Fray Junípero de Asís
Uno de los seguidores originales de san Francisco de Asís, fray Junípero era muy querido por Francisco, por su devoción y su profunda humildad. Sin embargo, según las Florecillas de San Francisco, Junípero no siempre entendía las normas convenidas de la interacción social.
En cierta ocasión, mientras visitaban a un fraile enfermo, Junípero preguntó si podía ser de alguna ayuda. El enfermo pidió una pata de cerdo, ya que le traería gran consuelo.
Fray Junípero, sintiéndose en la obligación de ayudar al hermano enfermo, tomó un cuchillo de la cocina, fue al bosque y encontró un grupo de cerdos comiendo. Junípero agarró a uno de los cerdos, le cortó rápidamente una pata y corrió de vuelta a la cocina para prepararla (dejando el resto del cerdo en el bosque).
Lo que ignoraba Junípero es que el hombre al cargo de la piara estaba allí delante mirando cómo sucedía todo y de inmediato informó a su amo de la situación.
Cuando san Francisco confrontó a fray Junípero por lo que había hecho, Junípero, confuso, no comprendía por qué el dueño de los cerdos podría disgustarse por lo ocurrido.
En la mente de Junípero, estaba haciendo una obra de caridad y no había nada de malo en cortar la pata a un cerdo para ayudar a otra persona. El hermano Junípero terminó por convencer al airado dueño gracias a su humildad y sencillez.
Hay otras muchas historias similares sobre la incapacidad de fray Junípero para reconocer los usos sociales que hacen posible que estuviera “en el espectro”.
Después de todo, a pesar de sus supuestos defectos, es sabido que san Francisco afirmó: “Hermanos míos, ¡pluguiera a Dios que de tales Juníperos tuviera yo un gran bosque!”.
Te puede interesar:
14 sorprendentes milagros de San Francisco de Asís
Sierva de Dios Leonia Martin
Hermana mediana, Leonia fue difícil, poco atractiva y enfermiza. Su madre, santa Celia Martin, se refirió a ella en una carta a su cuñada: “La pobrecilla me preocupa; es de una naturaleza muy indisciplinada y es mentalmente subdesarrollada”.
Leonia fue expulsada de la escuela en múltiples ocasiones por ser rebelde y perturbadora. Costó mucho esfuerzo hasta que la hermana de Celia (que era Hermana de la Visitación) descubrió cómo educar a la joven.
Incluso después de intentar diferentes perspectivas para entenderla, Celia seguía sin resolver del todo cómo proceder con su hija.
Según escribió: “No estoy disgustada con mi Leonia. Si tan sólo se pudiera conseguir sacar lo mejor de su cabezonería y volver su carácter más flexible, haríamos de ella una buena hija: fiel y valiente ante el sufrimiento que le espera. Tiene una voluntad de hierro. Cuando quiere algo, triunfa sobre cualquier obstáculo para conseguir sus fines”.
Las dificultades de Leonia continuaron durante toda su infancia y también como adulta. Sin embargo, fue capaz de perseverar y, con el ánimo de su hermana Teresa de Lisieux, aprendió el “caminito” de la santidad. Debido a sus muchos problemas y retos mentales, la Liga Leonia por el progreso de las personas autistas (Leonie League, de EE.UU.) la han declarado su patrona.
Te puede interesar:
La inspiradora historia de Leonia, la “hermana difícil” de santa Teresita
San José de Cupertino
Durante toda su vida, José fue tremendamente incomprendido y ridiculizado por todos. Sus frecuentes visiones y repentinos arrebatos de ira lo convirtieron en objeto de burlas.
Además, José era muy distraído, torpe y extremadamente sensible a su entorno. Cuando sonaba el timbre del colegio, José se sobresaltaba y dejaba caer sus libros al suelo.
En la escuela, José se ganó el apodo de “boquiabierta” porque siempre estaba con la boca abierta. Apenas podía leer o mantener la concentración y a menudo se olvidaba incluso de comer.
Sin embargo, aunque no progresó mucho en su educación, José no se percató de ello o no le dio importancia y trató de ganarse el acceso a un monasterio a pesar de sus deficiencias. Supuso que al menos podría mendigar el pan como franciscano.
Tampoco le fue bien con esto a José. La comunidad no le entendía y esto, sumado a su incapacidad para completar tareas sencillas sin romper nada por el camino, evidenció que aquel experimento era demasiado difícil de gestionar.
Fue expulsado del monasterio pero, como no tenía donde ir, José volvió y suplicó a la comunidad que al menos le contrataran como ayudante. Los franciscanos accedieron, lo enrolaron en la Tercera Orden y le asignaron la tarea de cuidar de la mula del monasterio.
El comportamiento alegre de José era contagioso y con el tiempo le ofrecieron una segunda oportunidad y le permitieron entrar en la comunidad.
José terminó por ser ordenado sacerdote y es famoso por su capacidad para levitar mientras decía misa (se dice que le ataban una cuerda a la pierna para que no se fuera volando por el techo).
A pesar de su falta de educación, su incomodidad en las situaciones sociales y su incapacidad para completar tareas básicas, José fue conocido por todos por su piedad, simplicidad y humildad extremas.
Te puede interesar:
5 santos que podían volar