3 cosas sobre flexibilidad que deberías saber¿Eres una persona flexible, o más bien no aceptas los cambios?
En el momento de empezar a redactar este artículo, me viene a la cabe una frase-lema de algunos y una frase-tabú de otros: “Prefiro ser una metamorfosis ambulante que tener esa vieja opinión formada sobre todo”.
Ni tanto ni tan calvo: Tener opiniones sólidas y mantenerlas sobre los asuntos fundamentales de la vida es importante y síntoma de madurez. Pero tener una certeza infalible e inmutable sobre todo no es de sentido común, no es compatible con el ser limitado y finito del ser humano, no te hace crecer ni intelectual ni espiritualmente como persona, e incluso puede ser doloroso y emocionalmente extenuante. No tiene nada que ver con la actitud del sabio y humilde, que sabe que cuanto más sabe, más le queda por aprender.
Desde el punto de vista psicológico, esa inflexibilidad puede representar posibilidades de desarrollar disturbios y trastornos diversos. Aquí, tres señales de que podrías estar necesitando incluso apoyo profesional:
1- Sientes necesidad de tener siempre la razón
Si necesitas que todos reconozcan que siempre tienes razón, tu actitud, en realidad, lo que esconde es tu miedo a estar equivocado, a no saber tomar decisiones o a haber hecho elecciones equivocadas en la vida. Trabajar tus recelos, tus miedos, tus incertidumbres que, aunque estén bien escondidas, deben existir, es una forma de asegurar tu salud mental.
2- No cambias de opinión
Muchas personas tienen grandes dificultades en cambiar de opinión. Igualmente, tiene dificultades en reconocer que sus verdades, sus creencias, sus opiniones pueden ya no coincidir con la realidad tal y como se presenta.
3- No cambias de actitud
Hay quien prefiere “darse cabezazos contra la pared”, reproduciendo viejos patrones de comportamiento, perjudicándose a sí mismo, obteniendo resultados no deseados, sólo por no querer o no poder cambiar de actitud.
Esos problemas requieren atención. Ser flexible, adaptarse, cambiar de idea y de actitud, reconocer la obsolescencia de nuestras viejas certezas, abandonarlas y adoptar la resiliencia y la transformación como modo de supervivencia son actitudes fundamentales para que podamos vivir en armonía en un mundo de diferencias y de cuestionamientos constantes.
La resiliencia es, justamente, la capacidad de adaptarse. Cuando ejercemos una fuerza las extremidades de un bambú, por ejemplo, se dobla. Esto hace que después de la tempestad y del viento agresivo, pueda recuperar su forma. Pero hay otros árboles con raíces más profundas, con troncos más vistoso, pero que no se doblan al viento. Y que acaban, por ser inflexibles, sucumbiendo a él.
De acuerdo con Munhoz (2014, p. 01),
La resiliencia es la habilidad de adaptarse y superar con éxito los desafíos y las situaciones estresantes. Es la superación de las adversidades de forma sana y constructiva. La resiliencia fue definida por Garmezy (1984) como resistencia al estrés o invulnerabilidad frente a condiciones adversas. El individuo resiliente no presenta problemas de comportamiento o emocionales frente a los estresores.
Pueden haber muchos cambios en la vida personal, siempre están surgiendo nuevos desafíos, así que es importante aprender a lidiar adecuadamente con ellos. La resiliencia está en la superación de las dificultades, la persona resiliente “da la vuelta por encima” de los percances. Consigue ser productiva, aprender y desarrollarse incluso ante situaciones estresantes.
El término procede de la física, se trata de la capacidad de los materiales de resistir a los choques y presiones sin alterar sus cualidades. En los últimos años, el término se incorporó a las ciencias humanas, y expresa la capacidad de un ser humano de superar adversidades.
Así, aprender siempre, modificarse, adaptarse, es lo mismo que ser resiliente. Ser resiliente, por tanto, no significa ser inconstante, voluble y sin objetivos. Al contrario, una persona con creencias sólidas y bien fundadas sabe que a veces, es preciso alterar el curso, para conseguir llegar al destino propuesto.
(Adaptado al español del original de Júlia Damasceno, via Psiconlinews)