Eleva tus ojos al cielo y pide la protección de Dios que está siempre presente y que acude en auxilio de todos sus hijos
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Rezar con los salmos es una guía semanal que te ofrecemos para meditar sobre la Palabra de Dios. Hoy te presentamos el Salmo 59.
Se trata de un salmo que habla de una persecución por parte del Rey Saúl al Rey David en un intento de asesinato. Pasó por muchos peligros y tuvo muchos enemigos, en realidad. Y esta alabanza al Dios de la vida revela su vínculo personal con Él.
Se trata de un grito de de protección, de defensa en contra de los aguerridos enemigos que lo acechaban para complacerse con el alto cargo del gobierno.
Confianza en Dios
Es un canto de súplica que todo ser humano puede elevar ante el peligro, la persecución y la inseguridad de los avatares de la vida, consciente de que la confianza está puesta en Dios y que Él le defenderá siempre y toda circunstancia.
Así que si estás pasando por un momento turbio, eleva tus ojos al cielo y pide la protección de Dios que está siempre presente y que acude en auxilio de todos sus hijos.
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Salmo 59
Del maestro de coro. “No destruyas”. De David. A media voz. Cuando Saúl mandó a vigilar su casa con el fin de matarle.
¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, de mis agresores protégeme,
líbrame de los agentes de mal, de los hombres sanguinarios sálvame!Mira que acechan a mi alma, poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado en mí, Yahveh,
sin culpa alguna, corren y se aprestan. Despiértate, ven a mi encuentro y mira,
tú, Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel, álzate a visitar a todos los gentiles, no te apiades de ninguno de esos traidores pérfidos.Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad.
Míralos desbarrar a boca llena, espadas en sus labios: “¿Hay alguno que oiga?”
Mas tú, Yahveh, te ríes de ellos, tú te mofas de todos los gentiles.Oh fuerza mía, hacia ti miro. Pues es Dios mi ciudadela,
el Dios de mi amor viene a mi encuentro. Dios hará desafiar a los que me acechan.
¡Oh, no los mates, no se olvide mi pueblo, dispérsalos con tu poder, humíllalos, oh Señor, nuestro escudo!Pecado es en su boca la palabra de sus labios; ¡queden, pues, presos en su orgullo, por la blasfemia, por la mentira que vocean!
¡Suprime con furor, suprímelos, no existan más! Y se sepa que Dios domina en Jacob, hasta los confines de la tierra.Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad;
vedlos buscando qué comer, hasta que no están hartos van gruñendo.Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia.
Oh fuerza mía, para ti salmodiaré, pues es Dios mi ciudadela, el Dios de mi amor.
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