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“Ser como una mariposa”: La difícil lucha contra la anorexia

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Anna Gebalska-Berekets - publicado el 18/02/17
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Las personas anoréxicas son capaces de ocultar eficazmente los síntomas de la enfermedad. Dominan a la perfección los métodos de la manipulación. Mientas tanto, en sus almas se desarrolla un verdadero drama.

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Todo comienza de forma inocente, con el deseo de perder peso, de sentirse más atractivo. Por supuesto, no todas las dietas acaban en la anorexia.

Sin embargo, hay un conjunto de características que la favorecen: la baja autoestima, el deseo de perfeccionismo, la falta de aceptación dentro de la familia o entre los compañeros, la búsqueda de la identidad propia y la confianza en el dominio del cuerpo, forzando continuamente los límites para ampliar la construcción de esta confianza.

De acuerdo con las estadísticas médicas, esta enfermedad la sufren más a menudo las mujeres, pero también hay casos de anorexia entre los hombres.

Demasiado gorda

Kati quería perder unos cuantos kilos. Era una persona obesa.

Recuerda cuando, durante una conversación con un compañero de clase en el pasillo de la escuela, escuchó: “Przemek, ¡¿no vas a quedar con esta cerda gorda?!”. Eso le dolió.

Empezó a ir al gimnasio para ayudar a quemar “la grasa”. Compuso su dieta ella misma. Para el desayuno comía dos tortitas de arroz y una manzana, y con el tiempo comía sólo las tortitas. La cena era similar.

Para comer a mediodía: una sopa-crema dietética y una ensalada, con una gran cantidad de agua y de laxantes.

Comenzó a atraer las miradas de sus compañeros. Al final, consiguió la talla XS, pero para ella no era suficiente.

Se negaba a comer. “Aún tenía la sensación de que comía demasiado y de que estaba demasiado gorda. Veía la grasa en mi abdomen, en las caderas, aunque oía con más frecuencia que había adelgazado y que estaba pálida” -, admite. La familia comenzó a sospechar.

La mujer evitaba las comidas en familia. Empezaron las peleas y vueltas a casa de madrugada.

El desayuno preparado por su madre lo tiraba al salir de casa. Ya era una obsesión. El infierno.

Acabó los estudios de Bachillerato con muchas dificultades y entró en la universidad. Tenía más y más problemas con la memoria. Se desmayaba.

“Cuando tuve que coger un taxi para ir de la universidad a casa y sentía muchas náuseas, me di cuenta de que había ido demasiado lejos” -, dice. Un chequeo médico mostró problemas con el páncreas y los riñones.

Katia sigue pensando que está gorda. Siente los efectos de la anorexia. Tiene problemas con la piel, el estómago y el corazón. Se cansa con frecuencia.

“Me ha empeorado la vista, mi pelo se cae, tengo problemas con el azúcar en sangre” – cuenta.

¿Sus sueños? A Katia le gustaría tener una familia, tener hijos. Reconoce que tiene dificultades para concebir por tener el sistema endocrino desarreglado, lo que fue confirmado por el examen médico.

La lucha

Inés terminó sus estudios de doctorado. Es abogada. Una mujer de éxito. Siempre buscaba la perfección.

Pocos conocen su pasado. Su padre abusaba del alcohol. Su madre no era capaz de hacer frente de la situación a nivel emocional. “Yo era la madre de mi madre” -, recuerda.

Comenzó a perder peso. Luchaba por perder más peso. Comenzó a caerle el pelo. Se detuvo su período.

“Me sentía feliz cuando cada día pesaba menos. Todo el mundo empezó a molestarme. Me sentía atrapada, obligada a comer. Me aparté de mis compañeros. Bebía más de diez bolsas de tés laxantes al día”- dice.

Inés se negaba a salir con la gente. Sentía en su interior que no podía traicionar a su amiga “la anorexia”.

Acabó en la consulta de un psiquiatra y el tratamiento en el Instituto de Psiquiatría y Neurología de Varsovia. Su dieta era de 300 calorías al día. Quería suicidarse. Contaba las calorías obsesivamente.

Sentía los cambios en el comportamiento, en el estado de ánimo que resultantes de un desequilibrio metabólico y hormonal.

“En aquel tiempo me sentía abandonada. Me dolía el alma y el cuerpo. Ahora estoy mejor”, – dice.

Inés y Katia ganaron la batalla contra la anorexia. Muchas personas la pierden o no la empiezan. Prefieren morir que dejar de perder peso.


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