Los HAA quieren amar y ser amados. Tuvieron que crecer deprisa, aunque en su interior siguen siendo niños heridos
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El síndrome del HAA es un conjunto de comportamientos distorsionados que han surgido como resultado de haber crecido en una familia con problemas con el alcohol. Los comportamientos aprendidos durante la infancia suelen incidir en la vida adulta, de los que no se es plenamente consciente. Dificultan la vida en el presente.
Las personas que sufren de síndrome del HAA necesitan una gran cantidad de calor y amor. No siempre son capaces de mostrar emociones y manejarlas. Por lo general, se caracterizan por una serie de rasgos: baja autoestima, problemas a la hora de mostrar los sentimientos, desconfianza en sus propias capacidades, falta de responsabilidad o su exceso, supresión de sentimientos, perfeccionismo. Estos trastornos se pueden superar, por ejemplo, gracias a un tratamiento.
La pesadilla de la infancia
Evelina no era capaz de admitir a nadie que su padre abusaba del alcohol. El hombre trabajaba, mientras su madre cuidaba de la casa. Desde que recuerda, siempre había alcohol en casa. Recuerda las fases de las borracheras de su padre, sus fugas de casa en los días libres de trabajo. Evelina, junto con su hermano pequeño, buscaba a su padre por la ciudad. La chica era una buena estudiante. Se hizo cargo de las tareas de la madre en el hogar. Hace cuatro años, su padre murió de cáncer. Cuando fue diagnosticado, no había ninguna posibilidad de tratamiento.
Evelina se casó hace tres años. A veces hay peleas, porque tiene miedo de la intimidad. Cuando salen, cada copa que se toma su marido le provoca miedo, y sin embargo, Marcos no es un alcohólico. Evelina ha decidido empezar una terapia.
“Hasta ahora pensaba que no necesitaba ningún tratamiento. Fui a la primera visita por curiosidad. Lloré durante toda la terapia. Perdoné a mi padre. Pero tengo la sensación de que cuando vivía, no aprovechamos bien el tiempo que tuvimos. Teníamos comida. Nuestra familia era aparentemente normal, pero notaba en mí los síntomas del HAA. Quiero hacer algo al respecto”-, dice.
Gracias a la terapia comenzó a controlar más sus emociones, nombrar sus sentimientos y llevarse bien con su marido. Al fin y al cabo, no está sola con su problema. Se va conociendo a sí misma. Se está deshaciendo de la idea de que es inferior. A ella le gustaría cerrar ese período, no regresar a él, cambiar el pensamiento, dar a luz a un hijo y no tener miedo de que le haga sufrir como le hicieron sufrir a ella.
El drama en el hogar
En casa de Marta también había alcohol. Esta mujer de 26 años de edad, a primera vista alegre y siempre sonriente, sobrevivió al verdadero infierno. Su padre bebía. La agredía físicamente a ella y a su madre. A menudo, en medio de la noche había peleas y actos de violencia. Una noche, su padre, estando borracho, golpeó a su madre de tal manera que ésta acabó en el hospital.
Marta también fue abusada sexualmente por su padre. Hasta el día de hoy le da vergüenza hablar de ello. Las experiencias traumáticas le causan lágrimas. Crecía en ella el odio hacia su padre, pero tenía miedo de contarle a nadie lo que está pasando, ni siquiera a su madre. Al final, el padre fue encarcelado por robar.
Después de la graduación, Marta viajó a Irlanda. Actualmente está trabajando en una de las corporaciones en Varsovia. Sus relaciones fueron un fracaso. “No me sentía yo misma en ellas. Todo el tiempo tenía que pedir atención. Tenía problemas con la nutrición. Tengo cambios de humor desde la euforia hasta la depresión. No creo en mis capacidades. Tal vez, algún día alguien me amará como soy. Empecé a leer sobre la HAA y voy a probar la terapia de los 12 pasos”- declara Marta.
Soy un alcohólico
En casa de Arek bebían su madre y su padre. El vodka y los colegas de su padre era lo cotidiano. El chico con el tiempo también comenzó a beber. Cayó en las “malas compañías”. Empezó a robar. Actualmente asiste a las reuniones de los Alcohólicos Anónimos. No bebe desde hace dos años.
“Me odio a mi y a mi familia. Mi padre sigue bebiendo, mi madre vive con su pareja de hecho. No les visito muy a menudo. Mi hermana vive en otra ciudad”- cuenta el hombre. Arek no quiere estar con nadie, no quiere que nadie llore por él. A veces lamenta estar vivo. Cuando le viene a la mente este tipo de pensamientos, reza. Eso ayuda. Está tratando de vivir y mirar hacia el futuro con esperanza.
Los Hijos Adultos de Alcohólicos están luchando para que las experiencias de la infancia no les destruyan su presente. Pueden vivir una vida feliz. Algunos de ellos van a la terapia, ya que por sí solos no saben hacer los cambios y deshacerse de la culpa.