Recuerda una de las páginas más divertidas del gran escritor G.K. Chesterton
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Hay un modo de beber protestante y un modo de beber católico, y la diferencia no está simplemente en la cantidad. No tengo datos científicos que apoyen mis afirmaciones, y no he llevado a cabo estudios oficiales sobre el tema, pero he hecho un poco de, llamémosle así, estudios informales, que por una cuestión del género son probablemente los mejores.
Así que para empezar, ¿cual es la manera católica de beber? Es difícil definirlo, pero aquí pongo un ejemplo histórico. San Arnoldo (580-640), conocido también como San Arnulfo de Soisson, fue un obispo del VII siglo en Metz, en la que después sería Francia.
Muy amado por el pueblo, se dice que predicó contra beber agua, que en aquella época podía ser extremadamente peligroso a causa de las descargas no higiénicas – si las había. Al mismo tiempo, solía aludir con frecuencia a los beneficios de la cerveza, y se dice que una vez afirmó: “La cerveza llegó al mundo por el sudor del hombre y por el amor de Dios” [De hecho, san Arnoldo es el patrón de los maestros cerveceros, n.d.E].
Palabras sabias, y el rebaño de san Arnoldo se las tomó muy en serio. Después de su muerte, el buen obispo fue enterrado en un monasterio cercano Remiremont, donde se había retirado. Sus fieles, sin embargo, sentían su falta y lo querían de vuelta, y así en 641, tras haber obtenido el permiso de exhumar sus restos, lo llevaron en procesión a Metz, para sepultarlo nuevamente en la Basílica de los Santos Apóstoles.
A lo largo del trayecto, siendo un día muy caluroso, estaban sedientos, y se detuvieron en una posada para beber un poco de cerveza. Por desgracia, en la posada quedaba tan poca, que sólo daba para llenar una jarra: los fieles tenían que compartirla. Narra la leyenda que la jarra no se agotó hasta que todos los fieles no bebieron la dosis correcta.
Con esto no quiero decir que el beber católico implique milagros, o que debería suceder un milagro cada vez que la gente se reúne para beber, sino que la buena cerveza – y el buen vino – es un pequeño milagro en sí misma, siendo un don de Dios a sus criaturas, que Él ama.
Y como escribió G. K. Chesterton en “Ortodoxia”, “deberíamos dar gracias a Dios por la cerveza y el burdeos, no bebiendo demasiado”. En otras palabras, mostramos nuestra gratitud a Dios por el vino y la cerveza gozando de estas cosas, en alegría y en buena compañía, pero sin pasarse. Cada persona debe juzgar lo que de por sí es un exceso.
Miremos ahora la principal diferencia entre el beber católico y el protestante. El beber protestante tiende a colocarse en un estremo o el otro: o demasiado o nada, y cada una de las posturas es reacción a la otra.
Algunos, nutridos justamente por el moralismo fiero de los abstemios, beben excesivamente. Y los abstemios, justamente horrorizados por las costumbres de los borrachos habituales, practican una estricta abstinencia. Parece que en ambos casos se trata sólo de una reacción, no de una solución. Si uno lo pensara un poco, se podría encontrar una tercera vía que no implica ni el exceso ni la abstinencia, y se adapta a una vida cristiana humana, sana y honrada.
Y es ahí donde encontramos el modo de beber católico. El beber católico es esta tercera vía, el modo para poner en práctica una actividad antigua disfrutada por todos, desde los agricultores a los emperadores, hasta Jesús mismo. Y una vez más, no se trata solo de cantidad.
En mi opinión, de hecho, el elemento-clave es la convivialidad. Cuando los amigos se reúnen para tomar algo, de hecho, puede ser para festejar o por un motivo triste, pero debería ser siempre para disfrutar de la compañía de los demás (hay también un tiempo y un lugar para una cerveza solitaria, sino que se trata de una excepción).
Por ejemplo, las intervenciones en la conferencia anual sobre Chesterton ya no son tan importantes como la discusión posterior sobre ellas delante de una cerveza o de un vaso de vino (tendemos a adherirnos a la regla del pulgar de Hilaire Belloc, evitar bebidas alcohólicas desarrolladas después de la Reforma).
Estas reuniones tienen lugar durante las intervenciones, y en general vamos a dormir agradablemente contentos. No logro imaginar un congreso sobre Chesterton sin esto. Y sé también también que sería muy malo que todos nos fuésemos a trompicones a nuestras habitaciones, gritando borrachos.
Evitar todo extremo – así es como se bebe “a la católica”. Es el arte del beber católico. Muchos de nuestros hermanos consideran que beber es algo inmoral, y muchos otros piensan que beber tiene que terminar con una gran borrachera, pero el punto de vista equilibrado – el punto de vista católico – significa pasar un buen momento, reírse un poco, a veces llorar un poco, pero siempre con alegría y agradecimiento por la generosidad de Dios, que nos ha dado maravillas como la cerveza y el burdeos. Recordadlo, el arte perdido del beber a la católica podría ya no estar tan perdido.
Este artículo fue escrito por Sean P. Daily, de la American Chesterton Society. Apareció en el Crisis Magazine.