Le sirve patatas fritas a su hijo para el almuerzo. No le baña cada día. Le deja ver los dibujos animados, para tener tiempo para su café. Que tire la primera piedra la madre a la que absolutamente nunca le ocurrió esto.
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Seamos realistas, no existen las madres perfectas. Por mucho que lo intentemos, siempre habrá algo que se podría haber hecho mejor. Cada una de nosotras tiene menores o mayores fracasos educativos. A pesar de que en el fondo seamos muy conscientes de que no somos unas superwoman, nos cuesta admitir los errores. ¡Lo mejor sería no hablar de ellos en voz alta!
El tema está presente en los medios de comunicación social. Cada madre moderna tiene una cuenta en Instagram, donde elogia sus logros – la dieta eco, orgánica, vegana, comida sin gluten preparada personalmente para el bebé, o el hecho de que Bryan de 8 meses de edad ya es capaz de caminar, alimentarse por sí mismo e incluso sabe ponerse su body empezando por la cabeza. Delante de las amigas, a las que todo les sale bien, es más difícil admitir los fallos.
Los fracasos no indican que somos malas madres, sino lo mucho que lo intentamos.
Reuní algunos casos de los que las madres no hablan en voz alta, para que nadie piense que no quieren a sus hijos.
1. ¡Quieres salir!
Inmediatamente. Cada una de nosotras tiene sus límites. 15. Lavado del suelo, 56. Limpieza de las manos y de las bocas sucias, 89. Decir: “no lo hagas”. Tarde o temprano, todas quieren salir corriendo de casa. Sin rumbo, y no importa a qué hora del día. Esto me ocurre hasta varias veces al día.
A veces, ya a las 9:15 de la mañana. ¿Y sabes qué? Es bastante normal. Es mi parachoques personal. Es mejor salir y echar las malas emociones caminando rápido, yendo de compras, tomando un pequeño café (si apetece), que explotar delante del niño.
2. Lloras detrás de la puerta
Has sido capaz de salir de casa, pero tan pronto como se cierra la puerta, se te caen las lágrimas. Porque el pequeño también comenzó a llorar, porque estás tan cansada o simplemente ya le echas de menos. ¡A mí, también me sucede! No más allá de esta mañana, lloré en el ascensor, porque mi hijo vivió el drama de un niño de 14 meses, cuya madre salió de casa sin el. Dejar al niño llorando al cuidado de papá, abuela o niñera no es agradable, pero no es un crimen. Es normal que a veces tengas que salir sola.
3. Te arrepientes
Ninguna madre lo admitirá en voz alta, pero muchas de nosotras, especialmente en momentos difíciles, pensamos (aunque fuera durante una fracción de segundo), que lamentamos la decisión de tener un hijo. De vez en cuando ocurre que estamos decepcionadas, nos sentimos solas o nos parece que la situación puede con nosotras, que no estábamos preparadas para ella.
Es normal que en el fondo del corazón pensemos así a veces, pero luego, en un momento ya nos sonríe el peque con su boca desdentada recompensando cualquier esfuerzo. Y está claro que de ninguna manera cambiaríamos los papeles con una amiga soltera.
4. Le dejas el tablet
Todos sabemos que el exceso de la electrónica en una fase demasiado temprana del desarrollo de la mente del niño le perjudica. No permitimos que jueguen con el teléfono ni que reciban regalos en forma de tablets. Controlamos la cantidad de dibujos animados que ven. Oficialmente. Porque a muchos padres se les ocurre ponerle al niño otro cuento animado, cuando quieren hacer algo con urgencia o simplemente para disfrutar de quince minutos de silencio.
Todo está en el sentido común. Si somos capaces de decirle a nuestro hijo un “no” cuando permanece demasiado tiempo delante de la pantalla y ofrecerle una forma diferente de diversión, entonces no somos madres perezosas.
5. Permites los dulces
Sin azúcar, sin gluten, sin grasa animal. Sólo con ingredientes bio y eco. Sólo este tipo de productos se pueden fotografiar y subir al Insta. Pero la verdad es que a la mayoría de nosotras nos ha pasado darle de comer a nuestro hijo algo de la lista prohibida. Por ejemplo, cuando el niño nos sorprendió picando chocolate o helado (¡prueba después negarle esto al pequeño que te mira fijamente con la boca llena de saliva cayéndose casi al suelo!).
6. “!No le has cuidado bien!”
Tal acusación lo podría escuchar cada una de nosotras, si admitiera en voz alta que el bebé se cayó de la cama estando a cuidado de ella, le salió un moratón, se golpeó la cabeza, se cayó de la silla, etc. Porque lo más fácil es emitir juicios.
Y yo puedo jurar que situaciones similares le han ocurrido a cualquier padre. Se puede tener ojos en la parte posterior de la cabeza y estar concentrado al 100 por ciento en el niño, y él siempre encontrará un agujero en el que se puede meter el dedo gordo. Curiosamente, mi hijo siempre se llenaba de los chichones más grandes, cuando en casa, aparte de mí, había más personas que le “vigilaban”.
7. No le bañas cada día
El baño debería durar unos 45 minutos, junto con los preparativos previos, el tiempo para secarle y para vestirle. A veces más, si el joven descubre lo divertido que es tirar el agua fuera de la bañera, lanzar la espuma o burbujas de jabón (justo me toca esta etapa ahora).
Luego está la histeria provocada por el final del baño y el tiempo empleado en dejar al baño como estaba antes de la inundación para que no se filtre al piso del vecino de abajo. Dos horas, contando a la ligera. Por eso, cuando cuento el tiempo que necesito para ello… acuesto al niño sin el baño (#mala madre).
8. No cocinas comidas sanas
Todas somos unas expertas en la nutrición. Traemos vegetales orgánicos cultivados en el campo, y a través de Internet compramos cereales bio. Después de todo, no vamos a cebar a nuestro bebé con la química y productos de mala calidad. Para esto tienes la fuerza, tiempo y dinero – ¡genial!
Pero eso no quiere decir que eres mejor madre que la que le da a su hijo un potito, porque no tiene tiempo para preparar nada. Además, los productos que se envasan en los tarros de comida para bebés, se someten a más estricto control de calidad, mayor que las zanahorias de la tienda de verduras de tu barrio.
9. Recuperas la falta del sueño por la mañana…
…parece que no hay nada polémico en ello, si no fuera por el hecho de que tu hijo ya hace mucho que está despierto. Pero, ¿cómo? ¿¿¿Jugando a solas??? ¡¿Sin desayudar?! La mayoría de nosotras, especialmente después de noches de insomnio (cólicos, dentición) más bien le apetecería romper el reloj de alarma con un martillo que saltar de rebote de debajo del edredón.
Por lo tanto, si el niño no llora por la mañana y es capaz de jugar durante media hora sólo, ¿qué hay de malo si te duermes un poquito? Unas pocas mamás me confesaron (en voz baja, por supuesto) que le sirven al niño (cuando es un poco mayor) sus productos favoritos para el desayuno… y sin más remordimientos regresan a la cama para dormir un rato.
10. Le miras cuando duerme
Esto no es un signo de fracaso, sino de debilidad, de la tuya, claro. Porque, ¡¿en vez de cuidarte a ti misma, relajarte, estás contemplando a tu bebé dormido?! Así, sin más. Mi marido y yo nos acercamos de puntillas hasta el cuarto de nuestro hijo y permanecemos allí hasta que uno de nosotros estalle de la risa (¡nuestro niño realiza verdaderas acrobacias mientras duerme!).
Ah, y también voy a añadir que después de un día de cuidar del peque, cuando tengo ganas de salir volando de casa como un tiro, a la hora de dormir siempre, pero que siempre… miro sus fotos en mi móvil. Soy así de debilucha.