¿Hasta dónde puede llegar el ejercito de los Estados Unidos luchando contra la amenaza islamista en el mundo?
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Ocho capítulos que se encadenan como pólvora encendida. Six (2017) nos cuenta la historia de un comando SEAL y sus controvertidas andanzas en diferentes zonas en conflicto, combatiendo a los talibanes, a Boko Haram, a Al Qaeda y diferentes grupos cada vez más infiltrados en Estados Unidos a través de la nuevas tecnologías.
Producida por la HBO, respeta la fórmula del canal. Con altísimos estándares de producción, mucha violencia y casquería, escenas de sexo (en este caso bastante conservadoras con respecto a la media de HBO), personajes cargados de sombras, además de encomiables creadores.
En este caso, los responsables de la serie son William Broyles Jr. y David Broyles. El primero de ellos participó, como se hace evidente, en los equipos de guionistas de dos de las mejores películas de género bélico que se han hecho en los últimos tiempos: la popular Banderas de nuestros padres (2006), de Clint Eastwood; y la inolvidablemente incómoda Jarhead. El infierno espera (2005), de Sam Mendes.
Six es deudora en parte de excelentes producciones como las de Hermanos de Sangre (2001) o The Pacific (2010). Aunque cuenta con ciertos vectores propagandísticos americanófilos que, sin llegar al exhibicionismo naif típico de las películas de Chuck Norris, hacen una defensa bastante unívoca de las operaciones llevadas a cabo por las fuerzas especiales contra el yihadismo en distintos lugares del globo.
A lo largo de los distintos episodios, vamos viendo el tipo de humanidad y de vida de estos soldados. Tienen una existencia literalmente partida en dos. Su vida particular y familiar intenta mantenerse dentro de la normalidad, mientras que su entrenamiento y desempeño profesional consiste básicamente en arriesgar constantemente el cuello por su país, mientras matan a gran cantidad de enemigos.
El resultado es una especie de equilibrio que continuamente se ve comprometido, sea por la incomprensión de la familia o de la pareja, por las secuelas psicológicas o físicas heredadas de sus intervenciones, o incluso por las posible consecuencias legales derivadas de sus acciones, en ocasiones más allá de la ley. Eso los convierte en una especie de héroes anónimos, que no solo exponen su cuerpo a continuas ráfagas de balas, sino que ven cómo sus relaciones naufragan, incapaces de soportar la carga derivada de su oficio, que, para más inri, está bastante mal remunerado.
Quizás el aspecto más interesante de toda la teleserie es la amistad que vive el grupo de marines. A todas luces se trata de una unión nada habitual en nuestro mundo, similar a la que recordamos en filmes como Cuando éramos soldados (2002) o incluso, en su vertiente más cómica, en El Sargento de hierro (1986).
La epopeya coral, inspirada en la del comando SEAL que asesinó a Bin Laden, intenta dar respuesta a la polémica acerca de hasta dónde puede llegar el ejercito de los Estados Unidos luchando contra la amenaza islamista en el mundo.
Al final, todo suena a Jack Bauer y a 24 (2001-2010). Recuerda a aquello tan maquiavélico de que el fin justifica los medios. Aunque sin olvidar el elemento corrector de la redención del antihéroe posmoderno, que debe pagar por los pecados cometidos contra la bandera, la democracia y la humanidad.