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Terrorismo y cine: Cómo explicar el atentado de Londres (y los demás)

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Ramón Monedero - publicado el 24/03/17
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Echamos la vista atrás para recuperar algunas películas que en su día ya trataron de explicar por qué ocurren cosas como los recientes atentados en Londres

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Cuando suceden tragedias como la de los atentados de Londres hay dos tipos de reacciones. Las que lamentan las muertes de los inocentes y demonizan el extremismo y hasta a religiones enteras, y los que aseguran que estas cosas pasan porque arrasamos sus pueblos y matamos a sus familias desde aviones no tripulados por el control del petróleo. ¿Es esto cierto?

Comprender por qué pasan estas cosas es bastante más difícil de lo que uno pueda pensar. En principio, los atentados de Londres son obra del DAESH, una facción islamista que muchos consideraban el ala dura de Al-Qaeda, un grupo terrorista que se gestó en la guerra de Afganistán, cuando la URSS la invadió y cuyo líder, Osama Bin Laden, es un hombre que nacido en el seno de una adinerada familia saudí.

Aunque parezca mentira, el cine ha tocado todas estas cuestiones desde las ópticas más imprevistas. Por ejemplo, tan solo en los títulos de crédito de una película tan irrelevante como La sombra del reino se hace un análisis bastante detallado y acertado de la complicada relación entre Estados Unidos y Arabia Saudí. América representa “el mundo libre” pero los árabes tienen el petróleo. Además, por muy amigos que sean, hay una cuestión de la que mejor no hablar cuando se vean juntos…, Israel.

La creación del estado judío sigue estando en el meollo de todo lo concerniente con Oriente Medio aunque no se le mencione explícitamente. Éxodo sería un buen principio para entender por qué Israel es tan importante en la zona. Aunque también está Oh, Jerusalén, una propuesta un pelín insípida cuyo verdadero valor reside en el libro del mismo título en el que se inspira, obra de Dominique Lapierre y Larry Collins.

El Estado de Israel nació en las primeras fases de la Guerra Fría de hecho, si Estados Unidos intervino en la guerra de Afganistán fue porque no quería que los rusos se hicieran con el control de un país a medio camino entre dos estados tan inflamables como Irán y la India.

La guerra de Charlie Wilson nos recordó cómo nació el gran diablo americano. Estados Unidos financió y armó a los rebeldes afganos, pero una vez terminada la guerra, los abandonó a su suerte, que no fue otra que la guerra civil, la radicalización y Al-Qaeda. De hecho, los valientes afganos junto a los que lucha Silvester Stallone en Rambo III, son precisamente los mismos que años después atentarían en el World Trade Center.

Paralelamente, la primavera árabe encadenó revoluciones en países donde apenas se podía salir a la calle. La mayoría fracasaron, seguramente solo una triunfó, en Túnez, pero lo de Siria se fue de las manos. La revolución convirtió el país en un estado al borde del desahucio y esto fue aprovechado por el DAESH. Al menos, esto es lo que sabemos los mortales, porque luego llegan películas como Siryana (basada en hechos reales) que te desmontan los esquemas y que ponen en evidencia lo de siempre, la cochina avaricia del ser humano. El dinero, el verdadero diablo de todo esto. Como siempre.

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