El “cuándo” rara vez importa; lo habitual es que simplemente “no pueden”.
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Cada vez hay más parejas que tienen dificultades para tener hijos. Si no eres un especialista, sino un buen amigo o amiga que escucha sus problemas y preocupaciones, o un familiar que les apoya, hay una cosa que puedes hacer: no les preguntes cuándo van a empezar a construir una familia.
¿Tenéis alguna noticia que darnos?
Cuando dos personas se casan, la progresión natural es tener un hijo, producto de ese amor, dentro de un tiempo razonable que suele ir desde unos cuantos meses a un año. Tan pronto se han enfriado las felicitaciones de boda, todas las titas, las abuelas, los titos y los primos, empiezan a mirar con detalle el vientre de la nueva esposa. Y surge de forma habitual la pregunta “¿Tenéis alguna noticia que darnos?” en la mayoría de las conversaciones.
Las reuniones familiares con niños de por medio abren la puerta a comentarios del tipo “¡Qué lindos están los pequeños, ¿no creéis que les encantaría tener un primito/amiguito nuevo?”, o quizás “Estás preciosa con ese bebé en brazos, ¡ya va siendo hora de ir a por el vuestro! ¿Para qué esperar más?”.
Y después de varios meses consecutivos sin recibir las esperadas noticias, empiezan a insistir amablemente: “Bueno, ¿cuándo vais a ser padres? Es mejor ahora que sois jóvenes”.
Sin duda, a veces la pareja simplemente quiere seguir siendo una pareja durante un tiempo más, o quizás ya tienen sus planes familiares que hay que conciliar a largo plazo con los planes profesionales y la estabilidad económica. En cualquier caso, el problema rara vez tiene que ver con una falta de ganas (sobre todo para los recién casados) o con interés propio. El problema normalmente son las dificultades para concebir.
A veces simplemente el niño no llega…
Por lo demás la pareja parece feliz. No hay discusiones ni dramas. Siempre han dicho que querían tener hijos. Así que, ¿por qué nos sentimos obligados a hacer esa pregunta quizás incómoda u ofrecer una opinión no solicitada?
Existen una serie de fórmulas conversacionales muy arraigadas en los contextos de familia, vecinos y vida social en general que repetimos casi mecánicamente dependiendo de la situación. A veces solo queremos comenzar una conversación, otras veces solo sentimos curiosidad sobre por qué una pareja, después de dos, tres, cuatro años de matrimonio (todavía) no tiene hijos. Tenemos que dar por sentado automáticamente que es una cuestión de falta de voluntad, ¿no? Y así no conseguimos ver la verdadera historia, una historia de deseo, esperanza, esperanza rota, lágrimas y de empezar de nuevo.
Un silencio incómodo
Entender qué puede estar sintiendo una pareja que tiene problemas para concebir nos evitaría decir cosas inoportunas. Entonces, ¿qué sienten?
“Mi reloj biológico ya está en marcha, mis ganas y mi deseo de tener un hijo ya se agitan en mi interior, y encima de todo eso, el mundo insiste en preguntar cuándo. Ya me gustaría a mí saber cuándo. Me hago un ovillo y todos los días intento tener la fuerza para continuar esperando”.
“A veces siento que nos están juzgando sin saber. Si no tenemos hijos debe de ser porque nuestros trabajos son más importantes. Si no tenemos hijos será porque estamos pensando en nuestras cuentas corrientes. No, no tenemos hijos porque no podemos. Estamos esperando”.
“Todos los meses igual. Primero lágrimas porque nuestros intentos fracasaron de nuevo. Luego un momento de silencio y otro momento de esperanza en que la próxima vez… Hasta ahora, solo hay esperanza, nada de realidad. Llevo casada cuatro años y sigo escuchando ‘Bueno, ¿cuándo vais a aumentar la familia?’. ¿Y qué respondo? A veces bromeo, a veces sonrío, doy un poco de charla, y luego escondo mis lágrimas en el cuarto de baño”.
Todos deberíamos prestar más atención a nuestras palabras y así ahorraríamos a alguien unas cuantas lágrimas.